y Clara sabia donde esta esa casa, es seguro, casi seguro
que habra ido alla.
--Efectivamente--dijo Lazaro.--Vamos a ver si averiguamos donde esta
esa mujer.
Salieron y se encaminaron a la calle de Valgame Dios. Preguntaron a la
portera de la antigua casa si se habia alquilado de nuevo el cuarto
segundo. Dijo la portera que no. Preguntaronle el nombre de la criada y
si sabia su paradero.
--Se llama Pascuala--contesto:--esta casada con un tabernero llamado
Pascual; pero no se donde viven. El tabernero de la calle del Barquillo
debe saberlo, porque es compadre suyo.
Este hombre les dijo que los Pascuales vivian en la calle del
Humilladero, y los dos jovenes se dirigieron inmediatamente alla.
CAPITULO XXXVII
#El "via-crucis" de Clara.#
Mucho horror inspiraba a la huerfana la casa de las de Porreno, aunque
no tenia otra. Asi es que su primer impulso al verse en la calle fue
huir, correr sin saber a donde iba, para no ver mas tan odiosos sitios.
Anduvo corto trecho, doblo la esquina y se paro. Entonces comprendio
mejor que antes lo terrible de su situacion. Al ver que no podia
dirigirse a ninguna parte, porque a nadie conocia, le ocurrio esperar
cerca de la casa a que entraran Elias o su sobrino. Pero el primero
habia dicho que no volveria hasta dentro de tres dias, y el segundo, que
sospechaba tan mal de ella, seria capaz de confirmarse en su creencia al
verla arrojada de la casa por las senoras. Ella necesitaba, sin embargo,
ver a Lazaro y contarle todo. Si el daba credito a su explicacion, ?que
harian los dos, tan desamparado el uno como el otro? Decidio, sin
embargo, esperarle alli, apoyada en la esquina; pero le daba tanto
miedo... Pareciale que iba a salir por la reja cercana una gran mano
negra, que la cogeria llevandosela dentro: ique horror! De repente
sintio al extremo de la calle fuerte ruido de voces. Eran unos hombres
que venian borrachos profiriendo horribles juramentos, atropellando y
riendo desenfrenadamente como una turba de demonios regocijados. La
joven sintio tal sobresalto, que no pudo permanecer alli un instante mas
y echo a correr con mucha ligereza. Los hombres corrian tambien, y ella
se figuraba que le tocaban la espalda, y creia sentir junto a sus
propios oidos las infernales palabras de ellos. Corrio mucho por toda la
calle del Barquillo, seguida del perro misantropo, y al fin, fatigada y
sin aliento, se detuvo: las risas resonaban muy lejos ... ya no la
seguian ... r
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