las ocho, entro y pregunto al portero.
Este, que ya le conocia de verle alli los dias anteriores, no le puso
tan mala cara como antes, porque recordo cierto dialogo que con su amo
habia tenido a proposito de aquella visita. Le habia dicho que un joven
vino a preguntar por el sesenta veces seguidas. Al amo picole la
curiosidad, y quiso saber las senas; dioselas el portero con mucha
exactitud, y sospechando Bozmediano que podia ser Lazaro, advirtio al
domestico que si volvia estando el alli, le introdujera inmediatamente.
Claudio sospechaba a que podia venir el joven, y lejos de rehuir la
visita, la deseaba.
Pero el portero, a pesar de lo terminante de la orden, creyo que era un
desacato recibir a aquella hora a un joven que no era militar, ni venia
en coche, ni traia botas a la _farole_. Hizole esperar un buen rato, y
por fin le introdujo, despues de avisar para que despertaran al
senorito. Este tardo un cuarto de hora en salir de su cuarto.
--Ya debe usted suponer a lo que vengo--dijo Lazaro sin
saludarle:--usted me conoce, usted me dio la libertad. Yo creia que
desde entonces podia haber entre nosotros la amistad que a mi me imponia
la gratitud; pero usted no ha querido; usted ha seducido y deshonrado a
una pobre muchacha, a quien considero yo como mi hermana. Si usted me
saco de la carcel para hacer mas grande la injuria que he recibido, hizo
usted bien, por mi parte, porque estoy libre para pedirle cuenta de su
accion, que es la accion mas infame que puede cometer un hombre.
--Yo no cometo acciones infames. No le dejo pronunciar una palabra mas
sin que antes se apresure a desdecirse. Si, usted se desdira. Todo eso
es una calumnia. Yo no he seducido ni he deshonrado a joven alguna.
Usted esta ciego de furor y extraviado por la pasion. Le han enganado a
usted, y solo por saber que esta usted enganado, tolero las palabras que
he oido. Pero me sera muy facil sacarle a usted de su error.
--Eso es lo que quiero--dijo Lazaro.--Si usted me convenciera de lo
contrario ... Pero no podra usted convencerme. Yo le he visto a
usted, le he visto salir como un ladron de la casa en que Clara
estaba recogida. Usted ha entrado alli por ella, ha entrado llamado
tal vez por ella.
--iOh, no!--exclamo Claudio, interrumpiendole.--Sientese usted; hablemos
con calma. No anticipe usted juicios temerarios. Yo los voy a
desvanecer.
--Hable usted. No habra palabras, no habra nada que pueda desvanecer el
juicio que se forma al ver a
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