on es igual a
la que haria un moribundo ante un sacerdote. Pero o las circunstancias
o ella torcieron mi plan primitivo. Ella tiene un caracter angelical.
Llena de bondad y sencillez, es capaz de vencer las sugestiones de todo
hombre que no sea un vil o un libertino. Le confieso a usted que, por
ultimo, fue tal la fuerza que en mi tomo el primer sentimiento
afectuoso y compasivo que me habia inspirado, que conclui por amarla.
No puedo negar que, a pesar de haberme infundido este amor verdadero,
yo persistia en mi proposito de sacarla de alli violentamente, de
llevarmela como una cosa mia. No consideraba esto como un agravio, y
hubiera matado a cualquiera que, interpuesto entre ella y yo, me la
hubiera quitado. Yo supe--no me lo dijo ella--que existia una persona a
quien queria mucho. Esto me desconcerto. Supe que estaba usted en la
carcel, y no vacile un momento. Comprendi que si ella le queria a usted
verdaderamente, la mejor accion que en mi cabia era ponerle a usted en
libertad, devolversele. iQue complicacion! De este modo pensaba yo
ganar en su concepto. No se asombre usted: yo me he creido siempre
practico en estas cuestiones; y dado el caracter de Clara, es seguro
que mas le amaria a usted cuanto mas durara su prision. Pero yo no
contaba con otros muchos tesoros de bondad de aquel caracter. Usted
vivia con ella, y la vigilancia, la crueldad de tres senoras ridiculas y
de un viejo extravagante impedian que la viera, que la socorriera,
librandola de tantos martirios. Usted vivia alli, y no le hablaba, no
le consolaba, no aparentaba quererla. "He aqui mi ocasion--dije
yo.--Lazaro aparece a sus ojos como un ingrato: ?no sera posible que
ella le desprecie? Su situacion en aquella casa funebre, la tristeza en
que vive y se consume, ?no seran causa de que desee libertad, vida,
afectos, todo lo que alli no tiene, ni puede, ni sabe darle ese joven
indiferente, ocupado por la pasion politica? Confiese usted que la
situacion era la mas a proposito para que yo aspirara a merecer de ella
algo mas que gratitud. Resolvi sacarla de alli, llevarmela. Fui tan
ciego, que no previ su resistencia, su fidelidad, su grande afecto al
primer amigo; afecto mas fuerte que todos los martirios y todas las
privaciones. Dispuse entrar en la casa cuando estuviera sola, y entre
por donde usted sabe. Ella, al verme, se asusto tanto, que casi me
arrepenti de haber dado aquel paso. Me suplico que saliera, me lo pidio
de rodillas; yo le dije que no e
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