sto la devota, mirando para otro lado.--Es un
servidor, un caballero que nos acompana. Y, sobre todo, el mal esta en
las intenciones, no en las apariencias. ?Que pueden decir? Nosotras,
es verdad que no necesitamos caballeros; pero no es indecoroso que
ese joven nos acompane. iOh! No atendamos tanto a las preocupaciones
del mundo.
--Pero si a ese joven le conocen por libertino--dijo Paz--y le ven con
nosotras....
Ante este argumento vacilo un momento la mujer mistica, y casi no supo
que contestar. Pero no era persona que se dejaba vencer facilmente en
una disputa, y tomando fuerzas, prosiguio:
--iOh fragilidad de las cosas mundanas!...No temamos al que diran. Sobre
todo, yo no creo que ese hombre sea un libertino. (Elias habia entrado,
y escuchaba con mucha atencion a la devota.) Tiene buen corazon, y si ha
cometido algun error es por falta de experiencia y de guia. Pero yo le
he comprendido bien, y se que se enmendara, si ya no se ha enmendado, y
esta derramando lagrimas ocultamente por sus yerros pasados. Que venga.
Elias no la dejo concluir. Arrebatado de entusiasmo, alzo los
brazos y grito:
--iLazaro, Lazaro!
Antes que Lazaro llegara, el realista se lanzo fuera, y le trajo o, mas
bien, le arrastro.
--Arrodillate ahi--le dijo con voz fuerte, presentandolo ante la
devota.--Arrodillate delante de esa santa. Ha dicho que tienes
buen corazon.
Lazaro estaba perplejo, las dos viejas absortas, la devota satisfecha y
Elias entusiasmado. Que quieras, que no, el joven tuvo que hincarse.
--Hincate, hombre, hincate--dijo el tio.--Ahora besale la mano.
Lazaro, que sin darse cuenta obedecia las ordenes violentas de su tio,
beso respetuosamente la mano de la santa, y la tuvo estrechada un
momento entre las suyas.
--Prosternate ante la virtud--decia Elias;--tu, pecador indigno de ser
perdonado. Ha dicho que tenias buen corazon. No, senoras: no lo tiene.
Dona Paulita hizo esfuerzos heroicos para aparecer con cierta dignidad
arquiepiscopal en el momento en que Lazaro le besaba la mano,
arrodillado ante ella; pero su decoro de santa fue vencido por lo mucho
que empezaba a tener de mujer. Cuando sintio los labios del joven
posados sobre la piel de su mano, temblo toda, se puso palida y roja con
intermitencias casi instantaneas, y una corriente de calor ardientisimo
y una rafaga de frio nervioso circularon alternativamente por su santo
cuerpo, no acostumbrado al contacto de labios humanos.
Despues de una pau
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