traten con tanta benevolencia y me colmen de favores. ?Que he hecho?
?Quien soy? iAh! Usias son la bondad y nobleza misma. iComo se conocen
la alteza del origen y la excelencia de la sangre! iAh! iUsias se han
puesto de ser redentoras de todos los que en torno mio me abruman a
penas, amargando mi vida! ?Y que seria de esa pobre nina sin el amparo
de usias, cuando las ideas del dia han echado en su corazon tan
perniciosas raices?
La devota dejo de mirar al recien venido y dijo:
--No me la rinan mas, que bastante ha padecido. Lazaro advirtio que
Clara se estremecia, poniendose roja como una amapola.
--No me la rinan mas, que bastante la han renido--anadio compungidamente
la devota.--Yo respondo de ella. Yo se que tiene buen fondo, aunque al
exterior aparezcan los defectos de las pestilenciales ideas del siglo.
Yo se que tiene buen fondo: ?que importan las faltas mas graves, cuando
van seguidas del arrepentimiento?
Lazaro advirtio que Clara hizo un movimiento, como si tratara de
contradecir aquellas palabras; pero en su ceguera no supo ver, no supo
apreciar que en aquel instante el alma de su amiga pasaba por el mas
duro trance de dolor y paciencia de que es capaz la naturaleza humana.
--Yo se que se corregira--continuo la devota.--iNo se ha de corregir!
Grandes pecadoras ha sido santas. Animo, amiga mia. Con la vista fija en
Dios, ?que se puede temer? Yo se como se curan los males del espiritu, y
mi amiga Clara aparece ya bajo la benefica influencia de una reaccion
feliz. Perdonemosla tambien; yo respondo de que se corregira.
A Lazaro le llenaron de confusion estas palabras. ?Que habia hecho
Clara? Estuvo casi dispuesto a levantarse, acercarse a ella y decirle en
alta voz: "Clara, ?que has hecho?" La miro y la vio llorar; miro a
todos, buscando en aquellas caras de pergamino la solucion de tan gran
misterio; pero ninguna le revelo la culpa de la muchacha, ni aun la cara
de la devota, que, despues del sermon, volvio a fijar en el, desde el
fondo sombrio de la sala, el intenso rayo de su mirada escrutadora y
ansiosa, suficiente a turbar a otro menos timido.
CAPITULO XXIV
#Rosa mistica.#
--Hoy no he rezado nada--decia la devota a Clara al dia siguiente de la
entrada de Lazaro en casa de las Porrenas.
Estaban sentadas las dos en el sitio de costumbre. Dona Paulita tenia en
la mano nada menos que a San Juan Crisostomo. Clara bordaba en un
pequeno telar. Su cara expresaba la mas calmosa y pr
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