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mas encendida su gratitud hacia aquella senora, que ya habia hablado en
su defensa la noche anterior.
Al poco rato volvio la devota trayendo un desayuno que, aunque escaso,
basto para reponer al hambriento.
--Mi hermana no lo llevara a mal--dijo;--pero no se lo diga usted. Yo
hago esto por usted, porque comprendo que en un cuerpo debil no tiene
fuerzas el espiritu.
--Senora, no se como pagarle tantos favores--contesto el mancebo
sin mirarla.
A las siete de aquella manana, mientras Lazaro dormia rendido de
cansancio, se suscito una gran cuestion en el comedor, sobre si seria
conveniente y disciplinario llamarle para almorzar. Maria de la Paz
decia que no; Salome dudaba, y la santa opinaba que si. Las razones de
la primera eran: que puesto que preferia el sueno a la comida, era
preciso hacerle el gusto, con lo cual se iria acostumbrando a la
disciplina. En vano quiso oponerse Paulita con gran copia de razones
teologicas y morales, fundadas en el principio de _mens sana in corpore
sano_: todo fue inutil. Sus palabras, oidas con respeto, no produjeron
efecto. Elias decidio la cuestion, diciendo que su sobrino, ademas de
liberal, era holgazan, y que habia de renunciar a hacer de el nada
bueno. Todos callaron y comieron. Clara no era admitida a la mesa comun.
Volvamos arriba. Lazaro se comia la racion con gran apetito. La dama le
hacia mil preguntas, y el le contestaba procurando ser lo mas cortes que
el hambre le permitiera. Las preguntas eran de esta clase:
--?Creyo usted que no almorzaria hoy?
--iAh, senora! no....
--Porque yo no me olvidaba de que usted estaba sin comer.
--Yo le doy a usted las gracias.
--Pero usted no se lo figuraba--decia Paulita, ansiosa de apurar aquella
cuestion hasta el fin.
--No, senora; de ningun modo ... yo ... si.... Pero ... ya.
--Y su tio se opuso a que almorzara.
--iAh! mi tio--dijo Lazaro, dejando de comer,--es un.... No: es un
excelente hombre.
--iOh, si--dijo la devota mirando al cielo,--es un hombre
ejemplar, un santo.
--Si, si: un santo.
Lazaro, nuevo en aquella casa, no habia tenido ocasion de penetrar el
caracter de la persona que tenia delante en el momento de su desayuno.
Por este motivo nada le llamo la atencion; por eso no supo que nunca sus
bellos ojos habian tenido un resplandor tan vivo, ni que jamas voz de
monja alguna entono salmodias con tan melodioso timbre como el de la voz
de Paula al decir: "?Usted creyo que no almorzaria hoy?" En
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