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para sostener la rigidez de la disciplina. Si he cometido una falta,
perdoneme usted.
Elias estuvo un rato sin saber que contestar; pero tenia muy alta idea
de la cristiandad de aquella senora para vacilar en probar cuanto hacia.
Aquel acto le parecio una sublime prueba de caridad.
--iSenora, que buena es usted!--dijo.
--No es bondad, es debilidad. Conozco que hice mal.
--iSenora, usted es una santa! Aunque el no merece lo que usted ha
hecho, esto sirve para hacer resaltar mas las virtudes de usted.
--iOh!--exclamo la elegida del Senor,--confieso que mi deber era
seguir el dictamen de usted; pero no he podido resistir a un poderoso
impulso de indulgencia. iOh! si siempre pudiera una salir victoriosa
de si misma....
--Mira, aprende--dijo Elias, volviendose hacia Lazaro;--mira a esa
santa; aprenda lo que es nobleza, generosidad, virtud.
--No--dijo ella bajando los ojos.--Que no tome por modelo a esta
pecadora.
--Aprende, Lazaro--exclamo con exaltacion el fanatico.--Aqui tienes a la
misma virtud.
La santa hizo una gran reverencia y se marcho, dejando solos al tio y
al sobrino.
CAPITULO XXVI
#Los disidentes de la Fontana#.
Aquella manana no ocurrio mas incidente que el que hemos descrito.
Lazaro subio y bajo varias veces furtivamente y con pasos de ladron,
tratando de ver a Clara; pero le fue imposible. Esperaba verla en la
comida; mas tambien, como el dia anterior, se frustraron sus deseos.
Pusieronse a las dos los manteles, y cada cual ocupo su sitio. La mesa
era para doce cubiertos: ocupo un extremo Maria de la Paz, teniendo a su
derecha a Salome y a su izquierda a Elias, mientras la devota estaba
erigida a la derecha de su prima. Al joven le pusieron enfrente, a
tanta distancia del grupo principal, que para alcanzar su racion tenia
que descoyuntarse los brazos. Sirviose primero una sopa que, por lo
flaca y aguda, parecia de Seminario; despues siguio un macilento cocido,
del cual tocaron a Lazaro hasta tres docenas de garbanzos, una hoja de
col y media patata; despues se repartieron unas seis onzas de carne que,
en honor do la verdad, no era tan mala como escasa, y, por ultimo, unas
uvas tan arrugadas y amarillas, que era facil creer en la existencia de
un estrecho parentesco entre aquellas nobles frutas y la piel del rostro
de Salome. Termino con esto el festin, durante el cual reino en el
comedor un silencio de refectorio, excepto cuando Elias dijo que tanta
esplendidez le
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