. Pero a Lazaro antojabasele un sombrio
edificio, gigantesco sepulcro de vivos, de altisimas y negras paredes,
de gruesos e inaccesibles torreones, con un gran foso lleno de aguas
cenagosas y verdes, con largas filas de mazmorras, de las cuales la mas
lobrega y subterranea era la suya. Se le figuraba estar a muchos pies
bajo tierra; creia que aquella reja daba a algun conducto misterioso, y
que detras de los muros habria una presa de agua. En su sueno creyo
sentir el ruido de un torrente: el agua entraba con lentitud; enormes
ratas corrian buscando entre los pies del preso refugio contra el
naufragio. Todo se le representaba segun las siniestras relaciones de
las carceles de la Inquisicion que habia leido en sus libros.
Despues le parecia que los muros se apartaban: se encontraban en el
interior de una gran sala, cuyas paredes estaban tendidas de negro; en
el fondo habia una mesa con un crucifijo y dos velas amarillas, y
sentados alrededor de esta mesa cinco hombres de espantosa mirada, cinco
inquisidores vestidos con la siniestra librea del Santo Oficio. Aquellos
hombres le hacian preguntas a que no podia contestar. Despues se
acercaban a el cuatro sayones, le desnudaban, le ataban a la rueda de
una maquina horrible, la movian, rechinaban los ejes, crujian sus
huesos. El lanzaba gritos de dolor, es decir, ponia en ejercicio sus
organos vocales: pero el sonido no se oia.
Despues la decoracion y las figuras cambiaban; se le representaban dos
filas de hombres cubiertos con capuchon negro y agujereado en la cara
en el lugar de los ojos. Por el fondo venian los mismos que le
interrogaron, y uno de ellos traia enarbolado el mismo Santo Cristo
que presidio al tormento. Cantaban con voz lugubre una salmodia que
parecia salir de lo mas profundo de la tierra, y avanzaban todos, el
tambien, en pausada procesion. Gentio inmenso le contemplaba impasible
y frio: un fraile, tambien impasible, iba a su lado, pronunciando a su
oido palabras santas que el no pudo comprender. Le hablaba de la otra
vida y del alma.
Despues le parecio que la comitiva se detenia. Frente a frente vio una
claridad extrana, como toda claridad que brilla durante el dia. Aquella
claridad se convirtio en llama, que brotaba de un monton de lena. La
llama crecia, crecia hasta llegar a una altura enorme; crujian los
lenos, saltaban chispas; una columna de humo negro subia hasta tocar el
cielo. Despues algunos hombres feroces, vestidos tambien con diabolico
uni
|