n ellos, seras
vencido, y entonces ... o huiras con ignominia, o te entregaras a la
venganza de tus enemigos, que no tendran perdon para ti, y haran bien.
--?Pero usted me abandona?
--Si: ya te he conocido. Vine solo por conocerte. Ya se quien eres. En
mi casa te espero; pero no vayas a ella sino convertido.
--iAh, imposible! No ire.
--Pues adios--dijo Elias con decision.
--Adios--repitio Lazaro con angustia.
Coletilla salio. El joven no se atrevio a detenerle. No creyo que se
marchaba hasta que le vio fuera, y sintio que el carcelero cerraba la
puerta. Entonces tuvo impulsos de llamarle; grito; no fue oido; lloro
lagrimas de desesperacion; golpeo violentamente con sus manos la puerta
y el cerrojo, y al fin, cediendo a la fatiga y al trastorno mental, cayo
de nuevo en aquel letargo extraviado y doloroso de que le sacara
momentos antes la llegada de su tio.
CAPITULO XIX
#El abate#.
Al dia siguiente, la casa de las tres ruinas contenia en su estrecha
capacidad seis personas: las tres Porrenas, Clara y dos visitas.
Clara y la devota estaban encerradas en la habitacion interior,
destinada a las practicas asceticas. La santa, concluida la oracion
mental, se habia sentado en un taburete, y poniendo un gran libro sobre
sus rodillas, leia con la cabeza inclinada a un lado, arqueadas las
cejas, bajos los parpados, y cruzadas las manos en ademan muy humilde.
Clara estaba a su lado, y como no debia llegar, en su flaca naturaleza,
a aquel alto grado de perfeccion, cosia como una pecadora, como una
infeliz mujer no acrisolada por las inflamaciones de amor divino. La
devota no se permitio otra expansion que referir a su companero los
gozos y visiones que aquella noche habia tenido. Despues empezo un
examen de doctrina, y le hizo varias preguntas morales y teologicas, a
que contesto Clara con sencillez, guiandose por lo poco que sabia
positivamente y por lo que su buen sentido le sugeria. Pero es el caso
que a dona Paulita siempre le parecian mal las respuestas de su
discipula. La reprendia, le explicaba con escolasticos giros y frases
nada comunes, y, por ultimo, la llamaba ignorante y hereje, causandole
gran turbacion y susto.
De repente interrumpe sus lecturas y sus reprimendas, y exclama:
--iAh! se me olvidaba una parte de mi rezo. Ya se ve, me he distraido
con los errores de usted, hija. Es preciso que usted piense de otro modo
y deseche esas ideas.... Pero digo que me olvide de rezar ...
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