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de entrar en la cocina. Despues hacian labor. Una vez al ano visitaban a cierta condesa vieja que las conservaba alguna amistad a pesar de la desgracia. Llegada la noche, rezaban _a trio_ por espacio de dos horas, y despues se acostaban. Al sumergirse en aquellas camas arquitectonicas, verdaderos monumentos de otros tiempos, los tres vestigios de la familia insigne de Porreno, vivos exoticamente en nuestros dias, parecia que se hastiaban del mundo de hoy y se volvian a su siglo. Concluyamos: la mas inalterable armonia reinaba aparentemente entre ellas. Parecian no tener mas que un pensamiento y una voluntad. La uncion de Paulita se comunicaba a las otras dos, y la misantropia amarga de Salome se repetia igualmente en las demas. La alegria, el dolor, las alteraciones de la pasion y del sentimiento no se conocian en aquella region del fastidio. La unidad de aquella trinidad era un misterio. En los momentos normales de la vida las tres no eran mas que una: lo antiguo manifestado en un triangulo equilatero; el hastio representado en tres modos distintos, pero uno en esencia. CAPITULO XVI #El siglo decimoctavo.# Estas eran las veneradas matronas con quienes iba a vivir nuestra pobre amiga Clara; y en la posicion en que las hemos descrito se hallaban cuando Elias, trayendo de la mano a su ahijada, entro en la sala, y se paro ante las tres damas, haciendo una profunda reverencia. Las tres dirigieron a un tiempo los mas impertinentes rayos de sus miradas sobre el semblante de la infeliz muchacha, que estaba con los ojos bajos, el alma oprimida y sin poder pronunciar una palabra. --?Es esta la nina que usted nos ha encargado, senor don Elias?--dijo Maria de la Paz Jesus. --Si senora, ya que son usias tan buenas que quieren admitirla aqui. Yo espero que ella sera agradecida a tanto honor, y sabra corresponder a el con su buena conducta. --Pero, es preciso corregirse, nina--dijo Paz;--y si es verdad lo que el senor Elias nos ha dicho de usted ... y verdad debe ser cuando el lo dice.... Sientese usted. Los dos visitantes se sentaron en dos taburetes, magnificas joyas del siglo decimoseptimo. --Si es verdad--dijo Salome con desden y cierta fatuidad:--es preciso que usted se corrija. Esta casa, nina, impone al que la habita, deberes muy sagrados. Nosotras no consentimos el menor escandalo, y cuando protegemos (recalco la palabra _protegemos_) a una persona, principiamos por ensenarle lo que debe a
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