antesala estaban todas cubiertas con los
retratos de quince generaciones de Porrenos, que formaban la historica
galeria de familia. Por un lado se veia a un antiguo procer del tiempo
del Rey nuestro senor don Felipe III, con la cara escualida, largo y
atusado bigote, barba puntiaguda, gorguera de tres filas de canjilones,
vestido negro con sendos golpes de pasamaneria, cruz de Calatrava,
espada de rica empunadura, escarcela y cadena de la Orden teutonica; a
su lado una dama de talle estirado y rigido, traje acuchillado; gran
faldellin bordado de plata y oro, y tambien enorme gorguera, cuyos
blancos y simetricos pliegues rodeaban el rostro como una aureola de
encaje. Por otro lado, descollaban las pelucas blancas, las enfocas
bordadas y las camisas de chorrera; alli una dama con un perrito que
enderezaba airosamente el rabo; aculla una vieja con un peinado de dos
o tres pisos, fortaleza de monos, plumas y arracadas; en fin, la galeria
era un museo de trajes y tocados, desde los mas sencillos y airosos
basta los mas complicados y extravagantes.
Algunos de estos venerandos cuadros estaban agujereados en la cara;
otros habian perdido el color, y todos estaban sucios, corroidos y
cubiertos con ese polvo clasico que tanto aman los anticuarios. En las
habitaciones donde dormian, comian y trabajaban las tres damas, apenas
era posible andar a causa de los muebles seculares con que estaban
ocupadas. En la alcoba habia una cama de matrimonio, que no parecia sino
una catedral. Cuatro voluminosas columnas sostenian el techo, del cual
pendian cortinas de damasco, cuyos colores primitivos se habian resuelto
en un gris claro con abundantes rozaduras y algun disimulado y
vergonzante remiendo; en otro cuarto se veian dos papeleras de talla con
innumerables divisiones, adornadas de pequenas figuras decorativas e
incrustaciones de marfil y carey. Sobre una de ellas habia un San
Antonio muy viejo y carcomido, con un vestido flamante y una vara de
flores de reciente hechura. Frente a esto, y en unos que fueron vistosos
marcos de palo-santo, se veian ciertos dibujos chinescos, regalo que
hizo al sexto Porreno (1548) su primo el principe de Antillano, que fue
con los portugueses a la India. Al lado de esto se hallaban unos vasos
mejicanos con estramboticas pinturas y enrevesados signos, que no
parecian sino cosa de herejia. Segun tradicion, conservada en la
familia, estos vasos, traidos del Peru por el septimo Porreno, almirante
y consejero
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