su caracter y
de sus ideas. No solo es un hombre extravagante e intratable, sino un
fanatico sin corazon, un hombre feroz, de perversos instintos y calculos
terribles. No: usted no puede seguir mas tiempo en manos de ese hombre,
que no es su pariente, ni su amigo: que se llama su protector, para
hacer de usted una victima de su orgullo brutal.
Clara comprendio, por la vehemencia con que el joven hablaba, que era
cierto su interes, y conocio tambien que la pintura que del viejo hacia
no era exagerada. El desconocido obraba con la mayor nobleza, sinceridad
y buena fe. Era uno de esos caracteres inclinados a las aventuras
dificiles y que implicaban la salvacion peligrosa de los que sufrian. Su
espiritu caballeresco, su corazon inclinado al bien, hallaron en aquel
suceso un motivo de ocupacion, y dedico toda su actividad a la
realizacion del mas generoso proposito. Ademas, un sentimiento bastante
energico de simpatia hacia aquella pobre huerfana, le impulsaba a
proceder con tanta diligencia. Mas adelante conoceremos el nombre y los
hechos de este noble, caballero.
--Pero no este usted mas tiempo aqui--dijo Clara.--?Como quiere usted
convencerme de que se interesa por mi, si precisamente estando aqui me
prueba lo contrario? Si el viene y le encuentra en la casa....
--No dira nada. Ese hombre es tan miserable, que no le importa ni la
felicidad ni el honor de usted: todo lo mirara con indiferencia. A usted
no le queda mas amparo que yo.
La huerfana, al oir estas palabras sintio un frio en el alma. El momento
en que eran dichas hacia que parecieran una gran verdad. Su unico,
legitimo y verdadero amigo no vendria. Ya no le quedaba mas amparo que
el de un advenedizo.
--Nada mas que yo; pero es bastante--continuo el joven con afectada
voz.--Siga usted el plan que yo le marque: no haga usted caso de ese
viejo. Yo sere para usted todo lo que puede ser un hombre de corazon y
honradez. Tenga usted en mi la confianza que se tiene en lo que nos ha
de salvar.... Y ahora, Clara, me voy. Pero no tardare en volver a dar
mis ordenes a la pobre prisionera, cuya felicidad pende de mi. iQue
orgullo siento en esto! Yo estare siempre alerta. Si le ocurre a usted
una nueva desventura, no necesita avisarme. Yo me hallare aqui para
socorrerla y animarla. No le queda a usted mas amparo que yo. Pienselo
usted bien. Adios.
La decision de aquel hombre desconocido, insinuado tan novelescamente en
los secretos de la casa, era muy firme. Se h
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