a con
decision y conocimiento.
Esto pensaba Lazaro. ?Podria el ser ese medio de expresion? ?Seria el
Verbo revelador de aquel cuerpo ciego e inconsciente? ?Hablaria o no
hablaria? La masa en tanto se arremolinaba y se extendia por la plazuela
del Angel. Lazaro la siguio como fascinado; despues se aparto con miedo
de ella y de si mismo. Pero no podia resolverse a retirarse. ?Hablaria o
no? Le oirian de seguro. ?Como no, si habia de decir cosas tan bellas?
El estaba seguro de que las diria. Las palabras que habia de decir
estaban escritas con letras de fuego en el espacio.
Ya el retrato avanzaba llevado por cuatro socios de la _Fontana_. Sonaba
la musica, el gentio rodeaba el lienzo, y todos se movian sin adelantar,
oscilaban sin extenderse, se revolvian confundiendose. Sin duda faltaba
algo. Lazaro se mezclo en el torbellino. Sus ojos brillaban con
extraordinario resplandor; su inquietud era una convulsion, su agitacion
una fiebre, su mirada un rayo. Cruzabanle por la mente extranas y
sublimes formas de elocuencia; latiale el corazon con rapidez
desenfrenada; las sienes le quemaban, y sentia en su garganta una
vibracion sonora, que no necesitaba mas que un poco de aire para ser voz
elocuente y robusta.
Vio que alzaban el retrato, que la turba se arremolinaba en circuitos
sin fin, y vio agitarse en el aire multitud de panuelos blancos que
salian de aquel torbellino como una espuma.
La comitiva desordenada siguio por la calle de Atocha y penetro en la
Plaza Mayor. Alli se difundio un poco. Pero despues trato de atravesar
el arco de la calle de la Amargura para entrar en Platerias. El gran
monstruo midio de una mirada el volumen de sus miembros multiplicados y
la anchura del arco por donde habia de pasar. El camello iba a pasar por
el ojo de la aguja. Hubo un movimiento convulsivo de codos, y los
abdomenes se deprimieron, giraban los cuerpos, y algunos sombreros
saltaron a impulsos de las repercusiones y choques de tantas cabezas.
Algunas voces trataron de pronunciar una orden para vencer aquella
dificultad, problema de obstetricia sin duda.
--Delante el retrato. Dejen pasar el retrato--decian. Era imposible; la
gente se agolpaba de tal modo, que el retrato no podia pasar. Al fin,
tras largos esfuerzos, el retrato paso por el arco. Detras seguia con
la mayor confusion la gran masa de gente. La multitud que llenaba la
plaza se habia parado y esperaba. El retrato y sus corifeos
desembocaron en la calle Mayor; pero
|