me ocurrio?... iSe me ha
escapado!..." Y al mismo tiempo no interrumpia su oracion; continuaba
defendiendo el club de Zaragoza, explanaba un sistema democratico, y
hacia ademas una breve historia de la Republica. Pero la voz de dentro
seguia de este modo: "No se que hacer... ?Por que no me aplauden?... No
me conozco... Yo tenia tantos argumentos... ?Donde estan?... iAh! Voy a
emitir esta gran idea... Ya la he dicho.... No ha hecho efecto...
Procurare ser esmerado en la frase... Esta oracion va bien... ?Como la
terminare?... iQue apuro!... No doy con el adjetivo... iDemonio de
adjetivo!... iAhi terminare con un apostrofe ... alla va.... No ha hecho
efecto ... no me aplauden."
Asi hablaba el alma atribulada de Lazaro, mientras con los medios
exteriores se dirigia al auditorio en un discurso, confuso, tortuoso,
desigual y falto de logica.
Empezaron las toses. Dicen los oradores que al oir las toses en las
pausas de sus discursos, se les hiela la sangre. Lazaro las oyo
repetidas y comunicadas a todo el auditorio, y resonaron en su corazon
como siniestros ecos. El tosio tambien. iAh! la tos le concedio cuatro
segundos de descanso: hizo un esfuerzo desesperado, tomo algunas ideas
en aquel deposito que tenia en la mente, se apodero de ellas con
firmeza, y prosiguio hablando:
"Alla va eso, decia la lengua interior; alla van ... las expondre de este
modo ... no mejor de este otro ... no ... mejor del otro ... de
cualquier modo ... iOh! hay alli uno que se esta riendo... Y otro que
cuchichea. Pero que tos les ha entrado... No les gusta lo que digo ahora
... ni esto tampoco ... animo. Concluire este parrafo con una cita...
alla va... iAh! tampoco ha hecho efecto..."
Comprendase bien que estas frases que nadie oye y el discurso que oyen
todos, guardan perfecto paralelismo.
iAh, que misterios hay en la inteligencia humana, y que fenomenos tan
extranos en sus relaciones con la palabra humana!
?Por que fracaso el discurso del aragones? ?Fracaso por la reunion
diabolica de mil accidentes, ajenos a la naturaleza de su notable
ingenio y de su facil palabra? ?De quien fue la culpa, de el o del
publico? Aqui hay otro gran misterio. El publico y el orador tienden a
fascinarse mutuamente. El primero mira y oye: no sabemos lo que es mas
terrible, si la mirada o el oido. Las miles de pupilas dan vertigo. La
atencion de tanta gente dirigida a una sola voz confunde y anonada. El
orador, por su parte, ve y oye: ve la serenidad anhel
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