Clementina estaba cada vez mas impaciente, con unos deseos atroces de
marcharse. Dejaba de hacerlo por el temor de que su padre la acompanase.
El ministro se fue a los pocos minutos, repartiendo previamente otros
cuantos apretones de manos con la misma distraccion imponente, mirando,
no a la persona a quien saludaba, sino al techo de la estancia. Entonces
el duque se apodero de Pepa Frias, mostrandose con ella tan galante y
expresivo, como si fuese a hacerle una declaracion de amor. El general,
observandolo, dijo a Pinedo:
--Mire usted al duque, que animado se ha puesto. De fijo le esta
haciendo el amor a Pepa.
--No--respondio gravemente el empleado--. A lo que esta haciendo el amor
ahora es al negocio de las minas de Riosa.
La viuda anuncio al cabo en voz alta que se iba.
--?Adonde va usted, Pepa, en este momento?--le pregunto el banquero.
--A casa de Lhardy a encargar unas mortadelas.
--La acompano a usted.
--Vamos; le convidare a tomar unos pastelitos.
Al duque le hizo mucha gracia el convite.
--?Vienes, chiquita?--le dijo a su hija.
Clementina aun pensaba quedarse un rato. Pepa, al tiempo de salir del
brazo del banquero, dijo en alta voz volviendose a los Presentes:
--Conste que no vamos en coche.
Lo cual les hizo reir.
--Conste--dijo el duque riendo--que esto lo dice por adularme.
--Que se explique eso: no hemos comprendido ...--grito Cobo Ramirez.
Pero ya el duque y Pepa habian desaparecido detras de la cortina.
Clementina aguardo solo cinco minutos. Cuando presumio que ya no podia
tropezar en la escalera a su padre, se levanto, y pretextando un
quehacer olvidado, se despidio tambien.
III
#La hija de Salabert.#
Bajo con ansia la escalera. Al poner el pie en la calle dejo escapar un
suspiro de consuelo. A paso vivo tomo la del Siete de Julio, entro en la
plaza Mayor y luego en la de Atocha. Al llegar aqui vino a su
pensamiento la imagen del joven que la habia seguido y volvio la cabeza
con inquietud. Nada; no habia que temer. Ninguno la seguia. En la puerta
de una de las primeras casas y mejores de la calle, se detuvo, miro
rapida y disimuladamente a entrambos lados y penetro en el portal. Hizo
una sena casi imperceptible de interrogacion al portero. Este contesto
con otra de afirmacion llevandose la mano a la gorra. Lanzose por la
escalera arriba. Subio tan de prisa, sin duda para evitar encuentros
importunos, que al llegar al piso segundo le ahogaba la fatiga y s
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