ui para alla, llevado por un turbion de
acontecimientos que me han dejado el alma vacia. Cuando he buscado un
poco de calor y de abrigo, he encontrado frialdad, dureza y egoismo.
Navegando, he perdido la nocion del tiempo; embarcado, los dias son
largos, y, sin embargo, los anos, suma de dias, son cortos, escapan,
vuelan. El tiempo ha corrido bien rapidamente para mi. Ese pensamiento
en el pasado, cuando se deja atras la juventud, es como una herida en el
alma, que va fluyendo constantemente y nos anega de tristeza. Todo el
camino andado parece una via Apia sembrada de tumbas.
La _Inure_ ha muerto: ya no la oire contar historias supersticiosas; la
cerora ha muerto: ya no le hare las hostias, como antes; el atalayero
tambien ha muerto: ya no le vere, en el extremo del muelle, levantando
sus gallardetes. Ya, ni Caracas hara sus barcos, ni Yurrumendi hablara
de los piratas, ni Joshepe Tinacu ira haciendo eses por las calles.
Todos han desaparecido. No he debido salir de aqui, o no he debido
volver aqui.
Extrana existencia la mia y la de los hombres andariegos. En una epoca,
todos son acontecimientos; en otra, todos son comentarios a los hechos
pasados.
La primera impresion, al llegar Luzaro, fue un gran asombro, al ver lo
insignificante de los muelles, de la ciudad, del rio. iMe parecia tan
pequeno, tan desierto, tan triste! Me habia figurado grande la entrada
del puerto; hermoso, el rio; anchos, los muelles, y al verlos quede
asombrado; me parecieron de juguete.
--No vale la pena de vivir aqui--me dije al llegar.
Y ahora, iabsurdo cambio de opinion!, me digo muchas veces:
--No vale la pena de vivir fuera de aqui.
Hace un mes no queria pensar en quedarme en Luzaro; me parecia una
locura cambiar esas horas de indolencia y ensueno de los dias de
navegacion, por la vida de un pueblecillo triste, aburrido, lleno de
preocupaciones y de mezquindades. Ahora me espanta la idea de volver a
mi barco, de hundirme en el ajetreo continuo del acontecimiento. Toda la
vida de a bordo se va alejando de mi; me parece una cosa vaga y sin
realidad. A medida que adquiero mi calidad luzarense me voy aficionando
a las cosas viejas; me paso las horas muertas contemplando, desde el
balcon, el pueblo, el campo y el mar, y me figuro encontrarles aspectos
antes no vistos por mi.
Me levanto todos los dias muy temprano. Me gusta ver, al amanecer, como
se aligera la niebla y sube por el monte Izarra, y comienza a brotar la
ciudad y e
|