apado o no habia muerto, seguiria en presidio.
Su final lo desconocia, pero era indudable que mi tio, despues de andar
en algun barco negrero o pirata, habia sido preso.
Desde Ilo-Ilo hubiera escrito a su madre y esta no hubiese tenido
inconveniente en declarar que su hijo vivia. Encontrandose en presidio,
se comprendia que mi orgullosa abuela prefiriese darle por muerto.
Con un viaje muy malo, despues de siete meses de navegacion con
temporales y borrascas, llegamos a Cadiz.
Llevaba cinco anos de mar. Tenia veintiocho. Estaba cansado. Recogi las
cartas en el correo, y en la primera que lei mi madre me decia que la
abuela habia muerto. Era conveniente que fuese a Luzaro, para arreglar
las cuestiones de la herencia.
Tenia tanto deseo de ver tierra, que rechace la proposicion de un
companero que queria llevarme en su barco hasta Bilbao, y tome la
diligencia para Madrid.
Estuve una semana en la corte, y el primer dia, al llegar al Prado, vi
en un coche a Dolorcitas con su marido. El quiza no me conocio, pero
ella si debio conocerme al momento, y volvio la cabeza con desden.
Era una estupidez, pero aquel ademan desdenoso me hizo mucho efecto.
Mas melancolico de lo que habia llegado, sali de Madrid; pase por Burgos
y Vitoria, y de aqui, tomando un coche y dejando otro, llegue a Luzaro.
Los bienes de la abuela tenian que repartirse en partes iguales entre mi
tia Ursula y mi madre.
Aguirreche quedaba para las dos; pero como mi tia Ursula, sintiendo
cierta veleidad mistica, habia manifestado el deseo de entrar en el
convento de Santa Clara, y mi madre no queria para vivir la antigua casa
solariega, decidieron alquilarla.
Yo, movido por el interes de averiguar el paradero de mi tio Juan,
registre los armarios de la abuela y lei todas las cartas y papeles
viejos.
Queria aclarar el enigma de la vida de mi tio, de quien se contaban
tantas historias, y que me volvia otra vez a preocupar.
Registrando los armarios, encontre un daguerrotipo en cristal, hecho en
Paris. Pregunte a mi madre si conocia al retratado, y me dijo que era su
hermano Juan, pero tan raro, que casi no le conocia. Nunca habia visto
aquel retrato.
En un paquete de cartas amarillas lei una firmada _Juan_. En ella se
acusaba recibo de una cantidad no pequena y se decia que enviaba su
daguerrotipo, hecho por un fotografo de Paris.
No cabia duda que la carta era de mi tio. Estaba escrita desde un pueblo
de Bretana y fechada diez anos des
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