provocarme a un duelo a pistola en condiciones graves. Yo
acepte desde luego; tenia la seguridad de que no me habia de pasar nada.
Nombre de padrinos a un condiscipulo de San Fernando y a un oficial
ingles de Marina que comia en el hotel y que estaba en un navio surto en
la bahia de Cadiz.
Como digo, tenia una confianza absoluta, una confianza estupida; me
parecia imposible que el marques me hiriera. No se que idea absurda de
mi inviolabilidad se me habia metido en la cabeza.
El duelo se verificaria en el Puerto de Santa Maria, en la finca de un
amigo del marques. Se hicieron los preparativos con extraordinaria
reserva; el marques y sus padrinos, con las cajas de pistolas, fueron a
primera hora de la manana, y yo, con los mios, nos metimos en una barca
despues de comer.
El patron se sento a la popa. Era un tipo de teatro, con patillas, faja
encarnada y calanes.
Nos reimos de el, porque decia en un andaluz muy cerrado:
--Bueno, vamonoz, que ze va el viento.
Cruzamos la bahia de Cadiz, desembarcamos, atravesamos las calles del
Puerto de Santa Maria, en coche, y llegamos a la finca del amigo del
marques, a eso de las dos de la tarde.
Hacia un tiempo de invierno admirable; los padrinos midieron veinte
pasos dando unas zancadas enormes; nos dieron las pistolas, disparamos,
y al mismo tiempo que oi el fogonazo senti un golpe que me derribo al
suelo. Intente respirar, la boca se me lleno de sangre y senti el ruido
del aire al entrar por el agujero de la herida.
Tenia atravesado el pulmon. Pase dias muy malos entre la vida y la
muerte. Un mes estuve en cama, y al cabo de este tiempo pude levantarme
hecho una momia. Don Ciriaco, desde que supo lo ocurrido, se planto al
lado de mi cama y me cuido como a un hijo. Hortensia vino tambien a
verme. Dolores y su marido habian ido a vivir a Madrid, al parecer
reconciliados.
Cuando ya estuve en disposicion de salir de casa, don Ciriaco me llevo a
ver a un amigo suyo, capitan de una fragata, _La Ciudad de Cadiz_. El
viejo capitan, que me tenia carino, queria que su amigo pasara a mandar
la _Bella Vizcaina_ y yo ocupara la vacante en _La Ciudad de Cadiz_.
El amigo no presento dificultad alguna; don Ciriaco fue a ver a dona
Hortensia, quien parece que dijo que se haria lo que deseabamos sin la
menor vacilacion.
Efectivamente; unos meses despues, ya restablecido del todo, era capitan
de una hermosa fragata, a los veintitres anos.
VI
EL PARADERO DE JUAN D
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