co ni las excuso; nadie puede decir con certeza quien tiene
razon y quien no la tiene. iCambiamos de creencias con tanta facilidad
los seres humanos!... Antes de que usted viniese a este pais yo pensaba
de un modo, y ahora reconozco que veo las cosas de distinta manera....
Pero no nos salgamos de la leccion.
Digo que eran muchisimas las mujeres convencidas de que los hombres
gobernaban mal, pero que unicamente pretendian colaborar con ellos,
participando de dicho gobierno. Se daban por contentas con que el tirano
les dejase un hueco a su lado, cediendoles una pequena parte de su
soberania. Pero otras (y entre ellas mi valerosa abuela) odiaban al
hombre, estaban convencidas de que este habia hecho todo lo que podia
hacer, dando pruebas indudables de su incapacidad y su barbarie, y era
inutil esperar que se corrigiese, empezando una nueva existencia.
Mientras el hombre gobernase, las leyes serian injustas, la vida
ordinaria una batalla de hipocresias y egoismos, y la guerra la unica
solucion de todas las cuestiones. Habia que vencer al hombre, habia que
dominarlo, obligandole a bajar del pedestal que el mismo se habia
erigido. La unica solucion era tenerle en un estado dependiente e
inferior, igual al de la mujer durante siglos y siglos.
Adivino en su rostro la curiosidad. Se pregunta usted como pudo
realizarse esta maravillosa reversion en la preeminencia de los sexos.
Era empresa dificil ... pero al fin triunfamos, como va usted a ver.
VI
Donde el profesor Flimnap termina su leccion
El hombre no solo monopolizaba el gobierno, la justicia, la ensenanza y
todos los medios de produccion; guardaba ademas las armas, como un
privilegio de su sexo. ?De que modo vencer a los hombres, cuando
disponian de instrumentos destructores como jamas se conocieron en
nuestra historia?...
Sus canones del tamano de casas, sus fusiles y ametralladoras, que
lanzaban plomo con la misma rapidez que una maquina de coser da
puntadas, podian suprimir instantaneamente las manifestaciones
femeninas, por numerosas que fuesen. Ademas, la mujer, acobardada por
tantos siglos de servidumbre, tenia miedo a los procedimientos de
violencia. Solo las jovenes que habian cultivado sus musculos en los
deportes al aire libre se reian de estos temores de las senoras de
salon. Todas se mostraban acordes al lamentar los crimenes de los
hombres, pero la situacion angustiosa parecia sin remedio....
Y de pronto surgio el hecho providencial y d
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