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tiene hermosos ojos? --No tanto como usted--dijo Martin. A Rosita Briones le centellearon los ojos y envolvio a Martin en una de sus miradas enigmaticas. Una tarde se presento en Hernani el hermano de Rosita. Era un joven fino, atento, pero poco comunicativo. Dona Pepita le puso a Zalacain delante de su hijo como un salvador, como un heroe. Al dia siguiente, Rosita y su madre iban a San Sebastian, para marcharse desde alli a Logrono. Les acompano Martin y su despedida fue muy afectuosa. Dona Pepita le abrazo y Rosita le estrecho la mano varias veces y le dijo imperiosamente: --Vaya usted a vernos. --Si, ya ire. --Pero que sea de veras. Los ojos de Rosita prometian mucho. Al marcharse madre e hija, Martin parecio despertar de un sueno; se acordo de sus negocios, de su vida, y sin perdida de tiempo se fue a Francia. CAPITULO VII COMO MARTIN ZALACAIN BUSCO NUEVAS AVENTURAS Una noche de invierno llovia en las calles de San Juan de Luz; algun mechero de gas temblaba a impulsos del viento, y de las puertas de las tabernas salian voces y sonido de acordeones. En Socoa, que es el puerto de San Juan de Luz, en una taberna de marineros, cuatro hombres, sentados en una mesa, charlaban. De cuando en cuando, uno de ellos abria la puerta de la taberna, avanzaba en el muelle silencioso, miraba al mar y al volver decia: --Nada, la _Fleche_ no viene aun. El viento silbaba en bocanadas furiosas sobre la noche y el mar negros, y se oia el ruido de las olas azotando la pared del muelle. En la taberna, Martin, Bautista, Capistun y un hombre viejo, a quien llamaban Ospitalech, hablaban; hablaban de la guerra carlista, que seguia como una enfermedad cronica sin resolverse. --La guerra acaba--dijo Martin. --?Tu crees?--pregunto el viejo Ospitalech. --Si, esto marcha mal, y yo me alegro--dijo Capistun. --No, todavia hay esperanza--repuso Ospitalech. --El bombardeo de Irun ha sido un fracaso completo para los carlistas--dijo Martin--. iY que esperanzas tenian todos estos legitimistas franceses! Hasta los hermanos de la Doctrina Cristiana habian dado vacaciones a los ninos para que fuesen a la frontera a ver el espectaculo. iCanallas! Y ahi vimos a ese arrogante don Carlos, con sus terribles batallones, echando granadas y granadas, para tener luego que escaparse corriendo hacia Vera. --Si la guerra se pierde, nos arruinamos--murmuro Ospitalech. Capistun estaba tranquilo, pensaba reti
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