si habia alojamiento.
Una muchacha aparecio en la escalera.
--Esta la casa llena--dijo--. No hay sitio para tres personas, solo una
podria quedarse.
--?Y las caballerias?--pregunto Bautista.
--Creo que hay sitio en la cuadra.
Fue la muchacha a verlo y Martin dijo a Bautista.
--Puesto que hay sitio para una persona, tu te puedes quedar aqui. Vale
mas que estemos separados y que hagamos como si no nos conocieramos.
--Si, es verdad--contesto Bautista.
--Manana, a la manana, en la plaza nos encontraremos.
--Muy bien.
Vino la muchacha y dijo que habia sitio en la cuadra para los jacos.
Entro Bautista en la casa con las caballerias, y el extranjero y Martin
fueron, preguntando, a otra posada del paseo de los Llanos, donde les
dieron alojamiento.
Llevaron a Martin a un cuarto desmantelado y polvoriento, en cuyo fondo
habia una alcoba estrecha, con las paredes cubiertas de unas manchas
negras de humo. Sin duda los huespedes mataban las chinches quemandolas
con una vela o con la lamparilla y dejaban estos tranquilizadores
rastros. En el gabinete y en la alcoba olia a cuadra, olor que venia de
las junturas de las maderas del suelo.
Martin saco la carta de Levi-Alvarez y el paquete de letras cosido en el
cuero de la bota y separo las ya aceptadas y firmadas, de las otras.
Como estas todas eran para Estella, las encerro en un sobre y escribio:
"Al general en jefe del ejercito carlista."
--?Sera prudente--se dijo--entregar estas letras sin garantia alguna?
No penso mucho tiempo, porque comprendio enseguida que era una locura
pedir recibo o fianza.
--La verdad es que, si no quieren firmar, no puedo obligarles, y si me
dan un recibo y luego se les ocurre quitarmelo, con prenderme estan al
cabo de la calle. Aqui hay que hacer como si a uno le fuera indiferente
la cosa y, si sale bien, aprovecharse de ella, y si no, dejarla.
Espero a que se secara el sobre. Salio a la calle. Vio en la calle un
sargento y, despues de saludarle, le pregunto:
--?Donde se podra ver al general?
--iA que general!
--Al general en jefe. Traigo unas cartas para el.
--Estara probablemente paseando en la plaza. Venga usted.
Fueron a la plaza. En los arcos, a la luz de unos faroles tristes de
petroleo, paseaban algunos jefes carlistas. El sargento se acerco al
grupo y, encarandose con uno de ellos, dijo:
--Mi general.
--?Que hay?
--Este paisano, que trae unas cartas para el general en jefe.
Martin se ace
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