monto junto a el.
--Vamos--dijo Martin a Bautista.
El coche partio; la misma superiora bajo las cortinas y sacando un
rosario comenzo a rezar. Recorrio el coche la calle Mayor, atraveso el
puente del Azucarero, la calle de San Nicolas, y tomo por la carretera
de Logrono.
Al salir del pueblo, una patrulla carlista se acerco al coche. Alguien
abrio la portezuela y la volvio a cerrar en seguida.
--Va la madre superiora de las Recoletas a visitar a un enfermo--dijo el
demandadero con voz gangosa.
El coche siguio adelante al trote lento de los caballos. Lloviznaba, la
noche estaba negra, no brillaba ni una estrella en el cielo. Se paso
una aldea, luego otra.
--iQue lentitud!--exclamo la monja.
--Es que los caballos son muy malos--contesto Martin.
Pasaron deprisa otra aldea, y cuando no tenian delante ni atras pueblos
ni casas proximos, Bautista aminoro la marcha. Comenzaba a anochecer.
--?Pero que pasa?--dijo de pronto la superiora--. ?No llegamos todavia?
--Pasa, senora--contesto Zalacain--que tenemos que seguir adelante.
--?Y por que?
--Hay esa orden.
--?Y quien ha dado esa orden?
--Es un secreto.
--Pues hagan el favor de parar el coche, porque voy a bajar.
--Si quiere usted bajar sola, puede usted hacerlo.
--No, ire con Catalina.
--Imposible.
La superiora lanzo una mirada furiosa a Catalina, y al ver que bajaba
los ojos, exclamo:
--iAh! Estaban entendidos.
--Si, estamos entendidos--contesto Martin--.Esta senorita es mi novia y
no quiere estar en el convento, sino casarse conmigo.
--No es verdad, yo lo impedire.
--Usted no lo impedira porque no podra impedirlo.
La superiora se callo. Siguio el coche en su marcha pesada y monotona
por la carretera. Era ya media noche cuando llegaron a la vista de Los
Arcos.
Doscientos metros antes detuvo Bautista los caballos y salto del
pescante.
--Tu--le dijo a Zalacain en vascuence--tenemos un caballo aspeado, si
pudieras cambiarlo aqui...
--Intentaremos.
--Y si se pudieran cambiar los dos, seria mejor.
--Voy a ver. Cuidado con el demandadero y con la monja, que no salgan.
Desengancho Martin los caballos y fue con ellos a la venta.
Le salio al paso una muchacha redondita, muy bonita y de muy mal humor.
Le dijo Martin, lo que necesitaba, y ella replico que era imposible, que
el amo estaba acostado.
--Pues hay que despertarle.
Llamaron al posadero y este presento una porcion de obstaculos, adujo
toda clase de
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