aques.
A Bautista le dieron tal risa los piropos del andaluz, que comenzo a
reirse con una risa contenida.
--A ver _zi_ te _callaz_; cochino carca--le dijo el sargento.
--Si yo no digo nada--replico Bautista.
--_Zi_ te _siguez_ riendo _azi_, te voy a _clava_ como a un _zapo_.
Bautista tuvo que ir a un rincon a reirse, y la superiora y el sargento
siguieron su conversacion.
Al mediodia llego un coronel, que al ver a Martin le saludo
militarmente. Martin le conto sus aventuras, pero el coronel al oirlas
fruncio las cejas.
--A estos militares--penso Martin--no les gusta que un paisano haga
cosas mas dificiles que las suyas.
--Iran ustedes a Logrono y alli veremos si identifican su personalidad.
?Que tiene usted? ?Esta usted herido?
--Si.
--Ahora vendra el fisico a reconocerle.
Efectivamente, llego un doctor que reconocio a Martin, le vendo, y
redujo la dislocacion del mandadero, que grito y chillo como un
condenado. Despues de comer trajeron los caballos del coche, les
obligaron a montar en ellos, y custodiados por toda compania tomaron el
camino de Logrono.
Al llegar cerca del puente sobre el Ebro, una porcion de lavanderas y
de mujeres de carabineros salieron a ver la extrana comitiva, y varias
de ellas comenzaron a cantar, sobre todo dirigiendose a la monja:
Ahora si que estaras contentona
Carlistona, mandilona;
Ahora si que estaras contenton
Carliston, mandilon, cobardon.
La pobre superiora estaba livida de rabia. Martin y Bautista se miraban
con cierto comico estupor.
En Logrono pararon en el cuartel y un oficial hizo subir a Martin a ver
al general. Le conto Zalacain sus aventuras, y el general le dijo:
--Si yo tuviera la seguridad de que lo que me dice usted es cierto,
inmediatamente dejaria libre a usted y a sus companeros.
--?Y yo como voy a probar la verdad de mis palabras?
--iSi pudiera usted identificar su persona! ?No conoce usted aqui a
nadie? ?Algun comerciante?
--No.
--Es lastima.
--Si, si, conozco a una persona--dijo de pronto Martin--, conozco a la
senora de Briones y a su hija.
--?Y el capitan Briones, tambien lo conocera usted?
--Tambien.
--Pues lo voy a llamar; dentro de un momento estara aqui.
El general mando un ayudante suyo, y media hora despues estaba el
capitan Briones, que reconocio a Martin. El general los dejo a todos
libres.
Martin, Catalina y Bautista iban a marcharse juntos, a pesar de la
oposici
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