ana, comenzo el deshielo en el
campo carlista. La batalla de Lacar, perdida de una manera ridicula por
el ejercito regular en presencia del nuevo rey, dio alientos a los
carlistas, pero a pesar del triunfo y del botin la causa del
Pretendiente iba de capa caida.
La batalla de Lacar no hizo mas que enriquecer el repertorio de las
canciones de la guerra con una copla que mas que para soldados parecia
escrita para el coro de senoras de una zarzuela, y que decia asi:
En Lacar, chiquillo,
Te viste en un tris,
Si don Carlos te da con la bota
Como una pelota,
Te envia a Paris.
Era dificil, al oir esta cancion, no pensar en unas cuantas coristas
balanceando voluptuosamente las caderas.
Los carlistas hablaban ya de traicion. Con el fracaso del sitio de Irun
y con la retirada de don Carlos, los curas navarros y vascongados
empezaron a dudar del triunfo de la causa. Con la proclamacion de
Sagunto, la desconfianza cundio por todas partes.
--Son primos y ellos se entienden--decian los desconfiados, que eran
legion.
Algunos que habian oido hablar de un don Alfonso, hermano de don Carlos,
creian que a este don Alfonso le habian hecho rey.
Los ambiciosos de los pueblos veian que todas las clases ricas se
inclinaban a favor de la monarquia liberal.
Los generales alfonsinos, despues de hecho su agosto y ascendido en su
carrera todo lo posible, encontraban que era una estupidez continuar la
guerra durante mas tiempo; habian matado la republica, que ciertamente
por estolida merecia la muerte; el nuevo gobierno les miraba como
vencedores, pacificadores y heroes. iQue mas podian desear!
En el campo carlista comenzaba la _Deshecha_. Ya se podia andar por las
carreteras sin peligro; el carlismo seguia por la fuerza de la inercia,
defendido debilmente y atacado mas debilmente todavia. La unica arma que
se blandia de veras era el dinero.
Martin, viendo que no era dificil recorrer los caminos, tomo su
cochecito y se dirigio hacia Urbia una manana de invierno.
Todos los fuertes permanecian silenciosos, mudas las trincheras
carlistas, ni una detonacion, ni una humareda cruzaban el aire. La nieve
cubria el campo con su mortaja blanca bajo el cielo entoldado y plomizo.
Antes de llegar a Urbia, a un lado y a otro, se veian casas de campo
derrumbadas, fachadas con las ventanas tapiadas y rellenas de paja,
arboles con las ramas rotas, zanjas y parapetos por todas partes.
Martin entro
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