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despues una columna de ejercito avanzaba por el monte por otro lado, y
los carlistas huian a la desbandada hacia Francia.
CAPITULO V
DONDE LA HISTORIA MODERNA REPITE EL HECHO DE LA HISTORIA ANTIGUA
Fueron Martin y Catalina en su carricoche a Saint Jean Pied de Port.
Todo el grueso del ejercito carlista entraba, en su retirada de Espana,
por el barranco de Roncesvalles y por Valcarlos. Una porcion de
comerciantes se habia descolgado por alli, como cuervos al olor de la
carne muerta, y compraban hermosos caballos por diez o doce duros,
espadas, fusiles y ropas a precios infimos.
Era un poco repulsivo ver esta explotacion, y Martin, sintiendose
patriota, hablo de la avaricia y de la sordidez de los franceses. Un
ropavejero de Bayona le dijo que el negocio es el negocio y que cada
cual se aprovechaba cuando podia.
Martin no quiso discutir. Preguntaron Catalina y el a varios carlistas
de Urbia por Ohando, y uno le indico que Carlos, en compania del
_Cacho_, habia salido de Burguete muy tarde, porque estaba muy enfermo.
Sin atender a que fuera o no prudente, Martin tomo el carricoche por el
camino de Arneguy; atravesaron este pueblecillo que tiene dos barrios,
uno espanol y otro frances, en las orillas de un riachuelo, y siguieron
hasta Valcarlos.
Catalina, al ver aquel espectaculo, quedo horrorizada. La estrecha
carretera era un campo de desolacion. Casas humeando aun por el
incendio, arboles rotos, zanjas, el suelo sembrado de municiones de
guerra, cajas, correas de artilleria, bayonetas torcidas, instrumentos
musicales de cobre aplastados por los carros.
En la cuneta de la carretera se veia a un muerto medio desnudo, sin
botas, con el cuerpo cubierto por hojas de helechos; el barro le
manchaba la cara.
En el aire gris, una nube de cuervos avanzaba en el aire, siguiendo
aquel ejercito funesto, para devorar sus despojos.
Martin, atendiendo a la impresion de Catalina, volvio prudentemente
hasta llegar de nuevo al barrio frances de Arneguy. Entraron en la
posada. Alli estaba el extranjero.
--?No le decia a usted que nos veriamos todavia?--dijo este.
--Si. Es verdad.
Martin presento a su mujer al periodista y los tres reunidos esperaron
a que llegaran los ultimos soldados.
Al anochecer, en un grupo de seis o siete, aparecio Carlos Ohando y _el
Cacho_.
Catalina se acerco a su hermano con los brazos abiertos.
--iCarlos! iCarlos!--grito.
Ohando quedo atonito al verla; luego con un
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