on de la superiora, cuando el capitan Briones dijo:
--Amigo Zalacain, mi madre y mi hermana exigen que vaya usted a comer
con ellas.
Martin explico a su novia como no le era posible desatender la
invitacion, y dejando a Bautista y a Catalina fue en compania del
oficial.
La casa de la senora de Briones estaba en una calle centrica, con
soportales.
Rosita y su madre recibieron a Martin con grandes muestras de amistad.
La aventura de su llegada a Logrono con un una senorita y una monja
habia corrido por todas partes.
Madre e hija le preguntaron un sin fin de cosas, y Martin tuvo que
contar sus aventuras.
--iPero que muchacho!--decia dona Pepita, haciendose cruces--. Usted es
un verdadero diablo.
Despues de comer vinieron unas senoritas amigas de Rosa Briones, y
Martin tuvo que contar de nuevo sus aventuras. Luego se hablo de
sobremesa y se canto. Martin pensaba: ?Que hara Catalina? Pero luego se
olvidaba con la conversacion.
Dona Pepita dijo que su hija habia tenido el capricho de aprender la
guitarra e incito a Rosita para que cantara.
--Si, canta--dijeron las demas muchachas.
--Si, cante usted--anadio Zalacain.
Rosita saco la guitarra y canto algunas canciones, acompanandose con
ella, y luego, como en honor de Martin, entono un zortzico con letra
castellana, que comenzaba asi:
Aunque la oracion suene
Yo no me voy de aqui;
La del panuelo rojo
Loco me ha vuelto a mi.
Y el estribillo de la cancion era:
Aufa que el campanero
La oracion va a tocar,
Aufa que yo te quiero
_Maitia, maitia_, ven aca.
Y Rosita, al cantar esto, miraba a Martin de tal manera con los ojos
brillantes y negros, que el se olvido de que le esperaba Catalina.
Cuando salio de casa de la senora de Briones, eran cerca de las once de
la noche. Al encontrarse en la calle comprendio su falta brutal de
atencion. Fue a buscar a su novia, preguntando en los hoteles. La
mayoria estaban cerrados. En uno del Espolon le dijeron: "Aqui ha venido
una senorita, pero esta descansando en su cuarto."
--?No podria usted avisarla?
--No.
Bautista tampoco parecia.
Sin saber que hacer, volvio Martin a los soportales y se puso a pasear
por ellos. Si no fuera por Catalina--penso--era capaz de quedarme aqui
y ver si Rosita Briones esta de veras por mi, como parece.
Estaba embebido en estos pensamientos cuando un hombre, con aspecto de
criado, se paro ante el y le di
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