Martin se paseo con impaciencia por el
cuarto. Cada minuto le parecia un siglo. Dos horas larguisimas tuvo que
estar esperando con angustias de muerte. Al fin, cerca de las doce, oyo
un ruido de campanillas.
Se asomo al balcon. A la puerta aguardaba un coche tirado por cuatro
caballos. Entre estos distinguio Martin los dos jacos en cuyos lomos
fueron desde Zumaya hasta Estella. El coche, un lando viejo y
destartalado, tenia un cristal y uno de los faroles atado con una
cuerda.
Bajo las escaleras Martin embozado en la capa, abrio la portezuela del
coche, y dijo a Bautista:
--Al convento de Recoletas.
Bautista, sin replicar, se dirigio hacia el sitio indicado. Cuando el
coche se detuvo frente al convento, Bautista, al salir Zalacain, le
dijo:
--?Que disparate vas a hacer? Reflexiona.
--?Tu sabes cual es el camino de Logrono?--pregunto Martin.
--Si.
--Pues toma por alla.
--Pero...
--Nada, nada, toma por alla. Al principio marcha despacio, para no
cansar a los caballos, porque luego habra que correr.
Hecha esta recomendacion, Martin, muy erguido, se dirigio al convento.
--Aqui va a pasar algo gordo--se dijo Bautista preparandose para la
catastrofe.
Llamo Martin, entro en el portal, pregunto a la hermana tornera por la
senorita de Ohando y le dijo que necesitaba darle una carta. Le hicieron
pasar al locutorio y se encontro alli con Catalina y una monja gruesa,
que era la superiora. Las saludo profundamente y pregunto:
--?La senorita de Ohando?
--Soy yo.
--Traigo una carta para usted de su hermano.
Catalina palidecio y le temblaron las manos de la emocion. La superiora,
una mujer gruesa, de color de marfil, con los ojos grandes y obscuros
como dos manchas negras que le cogian la mitad de la cara, y varios
lunares en la barbilla, pregunto:
--?Que pasa? ?Que dice ese papel?
--Dice que mi hermano esta grave... que vaya--balbuceo Catalina.
--?Esta tan grave?--pregunto la superiora a Martin.
--Si, creo que si.
--?En donde se encuentra?
--En una casa de la carretera de Logrono--dijo Martin.
--?Hacia Azqueta quiza?
--Si, cerca de Azqueta. Le han herido en un reconocimiento.
--Bueno. Vamos--dijo la superiora--. Que venga tambien el senor Benito
el demandadero.
Martin no se opuso y espero a que se preparasen para acompanarlas. Al
salir los cuatro a tomar el coche y al verles Bautista desde lo alto del
pescante, no pudo menos de hacer una mueca de asombro. El demandadero
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