rco y entrego los sobres. El general carlista se arrimo a
un farol y los abrio. Era el general un hombre alto, flaco, de unos
cincuenta anos, de barba negra, con el brazo en cabestrillo. Llevaba una
boina grande de gascon con una borla.
--?Quien ha traido esto?--pregunto el general con voz fuerte.
--Yo--dijo Martin.
--?Sabe usted lo que venia aqui dentro?
--No, senor.
--?Quien le ha dado a usted estos sobres?
--El senor Levi-Alvarez de Bayona.
--?Como ha venido usted hasta aqui?
--He ido de San Juan de Luz a Zumaya en barco, de Zumaya aqui a caballo.
--?Y no ha tenido usted ningun contratiempo en el camino?
--Ninguno.
--Aqui hay algunos papeles que hay que entregar al rey. ?Quiere usted
entregarlos o que se los entregue yo?
--No tengo mas encargo que dar estos sobres y, si hay contestacion,
volverla a Bayona.
--?No es usted carlista?--pregunto el general, sorprendido del tono de
indiferencia de Martin.
--Vivo en Francia y soy comerciante.
--Ah, vamos, es usted frances.
Martin callo.
--?Donde para usted?--siguio preguntando el general.
--En una posada de ese paseo...
--?Del paseo de los Llanos?
--Creo que si. Asi se llama.
--?Hay una administracion de coches en el portal? ?No?
--Si, senor.
--Entonces, es la misma, ?Piensa usted estar muchos dias en Estella?
--Hasta que me digan si hay contestacion o no.
--?Como se llama usted?
--Martin Tellagorri.
--Esta bien. Puede usted retirarse.
Saludo Martin y se fue a la posada. A la puerta se encontro con el
extranjero.
--?Donde se mete usted?--le dijo--. Le andaba buscando.
--He ido a ver al general en jefe.
--?De veras?
--Si.
--?Y le ha visto usted?
--Ya lo creo. Y le he dado las cartas que traia para el.
--iDemonio! Eso si que es ir de prisa. No le quisiera tener a usted de
rival en un periodico. ?Que le ha dicho a usted?
--Ha estado muy amable.
--Tenga usted cuidado, por si acaso. Mire usted que estos son unos
bandidos.
--Le he indicado que soy frances.
--Bah, no importa. Este verano han fusilado a un periodista aleman amigo
mio. Tenga usted cuidado.
--iOh! Lo tendre.
--Ahora, vamos a cenar.
Subieron las escaleras y entraron en una cocina grande.
Varios paisanos y soldados, congregados alli, charlaban. Se sentaron a
cenar a una mesa larga, iluminada por un velon de varios mecheros que
colgaba del techo.
Un hombre viejo, bajito, que presidia la mesa, se quito la boina y
c
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