-?No querra usted rancho?
--No.
--Pues ahora le traeran la comida.--Y el carcelero se fue, cantando
alegremente.
Comio Martin lo que le trajeron, se tendio envuelto en la manta, y
despues de un momento de siesta, se levanto a tomar una resolucion.
--?Que podria hacer yo?--se dijo--. Sobornar al alcaide exigiria mucho
dinero. Llamar a Bautista es comprometerle. Esperar aqui a que me
suelten es exponerme a carcel perpetua, por lo menos a estar preso hasta
que la guerra termine... Hay que escaparse, no hay mas remedio.
Con esta firme decision, comenzo a pensar un plan de fuga. Salir por la
puerta era dificil. La puerta, ademas de ser fuerte, se cerraba por
fuera con llave y cerrojo. Despues, aun en el caso de aprovechar una
ocasion y poder salir de alla, quedaba por recorrer un pasillo largo y
luego unas escaleras... Imposible.
Habia que escapar por la ventana. Era el unico recurso.
--?A donde dara esto?--se dijo.
Arrimo el banco a la pared, se subio a el, se agarro a los barrotes y a
pulso se levanto hasta poder mirar por la reja. Daba el ventanillo a la
plaza de la fuente, en donde el dia anterior se habia encontrado con el
extranjero.
Salto al suelo y se sento en el banco. La reja, era alta, pequena, con
tres barrotes sin travesano.
--Arrancando uno, quiza puediera pasar--se dijo Martin--. Y esto no
seria dificil... luego necesitaria una cuerda. ?De donde sacaria yo una
cuerda?... La manta... la manta cortada en liras me podia servir...
No tenia mas instrumento que un cortaplumas pequeno.
--Hay que ver la solidez de la reja--murmuro.
Volvio a subir. Se hallaba la reja empotrada en la pared, pero no tenia
gran resistencia.
Los barrotes estaban sujetos por un marco de madera, y el marco en un
extremo se hallaba apolillado. Martin supuso que no seria dificil romper
la madera y quitar el barrote de un lado.
Corto una tira de la manta y pasandola por el barrote de en medio y
atandole despues por los extremos formo una abrazadera y metio dos patas
del banco en este anillo y las otras dos las sujeto en el suelo.
Contaba asi con una especie de plano inclinado para llegar a la reja.
Subio por el deslizandose, se agarro con la mano izquierda a un barrote
y con la derecha armada del cortaplumas, comenzo a roer la madera del
marco.
La postura no era comoda, ni mucho menos, pero la constancia de Zalacain
no cejaba, y tras de una hora de rudo trabajo, logro arrancar el barrote
de su alveolo.
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