Cuando lo tuvo ya suelto, lo volvio a poner como antes, quito el banco
de su posicion oblicua, oculto las astillas arrancadas del marco de la
ventana en el jergon, y espero la noche.
El carcelero le llevo la cena, y Martin le pregunto con empeno si no
habian dispuesto nada respecto a el, si pensaban tenerlo encerrado sin
motivo alguno.
El carcelero se encogio de hombros y se retiro en seguida tarareando.
Inmediatamente que Zalacain se vio solo, puso manos a la obra.
Tenia la absoluta seguridad de poderse escapar. Saco el cortaplumas y
comenzo a cortar las dos mantas de arriba abajo. Hecho esto, fue atando
las tiras una a otra hasta formar una cuerda de quince brazas. Era lo
que necesitaba.
Despues penso dejar un recuerdo alegre y divertido en la carcel. Cogio
la cantarilla del agua y le puso su boina y la dejo envuelta en el trozo
que quedaba de manta.
--Cuando se asome el carcelero podra creer que sigo aqui durmiendo. Si
gano con esto un par de horas, me pueden servir admirablemente para
escaparme.
Contemplo el bulto con una sonrisa, luego subio a la reja, ato un cabo
de la cuerda a los dos barrotes y el otro extremo lo echo fuera poco a
poco. Cuando toda la cuerda quedo a lo largo de la pared, paso el cuerpo
con mil trabajos por la abertura, que dejaba el barrote arrancado, y
comenzo a descolgarse resbalandose por el muro.
Cruzo por delante de una ventana iluminada. Vio a alguien que se movia a
traves de un cristal. Estaba a cuatro o cinco metros de la calle, cuando
oyo ruido de pasos. Se detuvo en su descenso y ya comenzaban a dejar de
oirse los pasos cuando cayo a tierra, metiendo algun estrepito.
Uno de los nudos debia de haberse soltado porque le quedaba un trozo de
cuerda entre los dedos. Se levanto.
--No hay averia. No me he hecho nada--se dijo--. Al pasar por cerca de
la fuente de la plaza tiro el resto de la cuerda al agua. Luego,
deprisa, se dirigio por la calle de la Rua.
Iba marchando volviendose para mirar atras, cuando vio a la luz de un
farol que oscilaba colgando de una cuerda dos hombres armados con
fusiles, cuyas bayonetas brillaban de un modo siniestro. Estos hombres
sin duda le seguian. Si se alejaba iba a dar a la guardia de
extra-muros. No sabiendo que hacer y viendo un portal abierto, entro en
el, y empujando suavemente la puerta, la cerro.
Oyo el ruido de los pasos de los hombres en la acera. Espero a que
dejaran de oirse, y cuando estaba dispuesto a salir, bajo una muj
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