que le viesen hablar con su cunado, y para
decir lo hecho por el la noche anterior escribio en un papel su
entrevista con el general.
Luego se fue a la plaza. Tocaba la charanga. Habia unos soldados
formados. En el balcon de una casa pequena, enfrente de la iglesia de
San Juan, estaba don Carlos con algunos de sus oficiales.
Espero Martin a ver a Bautista y cuando le vio le dijo:
--Que no nos vean juntos--y le entrego el papel.
Bautista se alejo, y poco despues se acerco de nuevo a Martin y le dio
otro pedazo de papel.
--?Que pasara?--se dijo Martin.
Se fue de la plaza, y cuando se vio solo, leyo el papel de Bautista que
decia:
_Ten cuidado. Esta aqui el Cacho de sargento. No andes por el centro
del pueblo_.
La advertencia de Bautista la considero Martin de gran importancia.
Sabia que el Cacho le odiaba y que colocado en una posicion superior,
podia vengar sus antiguos rencores con toda la sana de aquel hombre
pequeno, violento y colerico.
Martin paso por el puente del Azucarero contemplando el agua verdosa del
rio. Al llegar a la plazoleta donde comienza la Rua Mayor del pueblo
viejo, Martin se detuvo frente al palacio del duque de Granada,
convertido en carcel, a contemplar una fuente con un leon tenante en
medio, en cuyas garras sujeta un escudo de Navarra.
Estaba alli parado, cuando vio que se le acercaba el extranjero.
--iHola, querido Martin!--le dijo.
--iHola! iBuenos dias!
--?Va usted a echar un vistazo por este viejo barrio?
--Si.
--Pues ire con usted.
Tomaron por la Rua Mayor, la calle principal del pueblo antiguo. A un
lado y a otro se levantaban hermosas casas de piedra amarilla, con
escudos y figuras tallados.
Luego, terminada la Rua, siguieron por la calle de Curtidores. Las
antiguas casas solariegas mostraban sus grandes puertas cerradas; en
algunos portales, convertidos en talleres de curtidores, se veian filas
de pellejos colgados y en el fondo el agua casi inmovil del rio Ega,
verdosa y turbia.
Al final de esta calle se encontraron con la iglesia del Santo Sepulcro
y se pararon a contemplarla. A Martin le parecio aquella portada de
piedra amarilla, con sus santos desnarigados a pedradas, una cosa algo
grotesca, pero el extranjero aseguro que era magnifica.
--?De veras?--pregunto Martin.
--iOh! iYa lo creo!
--?Y la habra hecho la gente de aqui?--pregunto Martin.
--?Le parece a usted imposible que los de Estella hagan una cosa
buena?--pregunto riendo e
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