murmuraba como diciendoselo a si mismo:
--iEspana! iEspana! _iJamais de la vie!_ Mucha hidalguia, mucha misa,
mucha jota, pero poco alimento.
--La guerra--anadia Asensio, metiendo la cucharada--es cosa nada
_bueno_.
CAPITULO XI
COMO LOS ACONTECIMIENTOS SE ENREDARON, HASTA EL PUNTO DE QUE
MARTIN DURMIO EL TERCER DIA DE ESTELLA EN LA CARCEL.
Al dia siguiente, por la noche, iba a acostarse Martin, cuando la
posadera le llamo y le entrego una carta, que decia:
"Presentese usted manana de madrugada en la ermita del Puy, en donde se
le devolveran las letras ya firmadas. El General en Jefe." Debajo habia
una firma ilegible.
Martin se metio la carta en el bolsillo, y viendo que la posadera no se
marchaba de su cuarto, le pregunto:
--?Queria usted algo?
--Si; nos han traido dos militares heridos y quisieramos el cuarto de
usted para uno de ellos. Si usted no tuviera inconveniente, le
trasladariamos abajo.
--Bueno, no tengo inconveniente.
Bajo a un cuarto del piso principal, que era una sala muy grande con dos
alcobas. La sala tenia en medio un altar, iluminado con unas lamparas
tristes de aceite. Martin se acosto; desde su cama veia las luces
oscilantes, pero estas cosas no influian en su imaginacion, y quedo
dormido.
Era mas de media noche, cuando se desperto algo sobresaltado. En la
alcoba proxima se oian quejas, alternando con voces de iAy, Dios mio!
iAy, Jesus mio!
--iQue demonio sera esto!--penso Martin.
Miro el reloj. Eran las tres. Se volvio a tender en la cama, pero con
los lamentos no se pudo dormir y le parecio mejor levantarse. Se vistio
y se acerco a la alcoba proxima, y miro por entre las cortinas. Se veia
vagamente a un hombre tendido en la cama.
--?Que le pasa a usted?--pregunto Martin.
--Estoy herido--murmuro el enfermo.
--?Quiere usted alguna cosa?
--Agua.
A Martin le dio la impresion de conocer esta voz. Busco por la sala una
botella de agua, y como no habia en el cuarto, fue a la cocina. Al ruido
de sus pasos, la voz de la patrona pregunto:
--?Que pasa?
--El herido que quiere agua.
--Voy.
La patrona aparecio en enaguas, y dijo, entregando a Martin una
lamparilla:
--Alumbre usted.
Tomaron el agua y volvieron a la sala. Al entrar en la alcoba, Martin
levanto el brazo, con lo que ilumino el rostro del enfermo y el suyo. El
herido tomo el vaso en la mano, e incorporandose y mirando a Martin
comenzo a gritar:
--?Eres tu? iCanalla! iLadron! iPr
|