estan los dos--exclamo Bautista.
--?Como los dos? ?Que quieres decir con eso?
--?Yo? Nada.
--?Tu sabes algo?
--No, hombre, no.
--O me lo dices, o se lo pregunto al mismo Carlos Ohando. ?Es que esta
aqui Catalina?
--Si, esta aqui.
--?De veras?
--Si.
--?En donde?
--En el convento de Recoletas.
--iEncerrada! ?Y como lo sabes tu?
--Porque la he visto.
--iQue suerte! ?La has visto?
--Si. La he visto y la he hablado.
--iY eso querias ocultarme! Tu no cres amigo mio, Bautista.
Bautista protesto.
--?Y ella sabe que estoy aqui?
--Si, lo sabe.
--?Como se puede verla?--dijo Zalacain.
--Suele bordar en el convento, cerca de la ventana, y por la tarde sale
a pasear a la huerta.
--Bueno. Me voy. Si me ocurre algo, le dire a ese senor extranjero que
vaya a avisarte. Mira a ver si puedes alquilar un coche para marcharnos
de aqui.
--Lo vere.
--Lo mas pronto que puedas.
--Bueno.
--Adios.
--Adios y prudencia.
Martin salio de la iglesia, tomo por la calle Mayor hacia el convento de
las Recoletas, paseo arriba y abajo, horas y horas sin llegar a ver a
Catalina. Al anochecer tuvo la suerte de verla asomada a una ventana.
Martin levanto la mano, y su novia, haciendo como que no le conocia, se
retiro de la ventana. Martin quedo helado; luego Catalina volvio a
aparecer y lanzo un ovillo de hilo casi a los pies de Martin. Zalacain
lo recogio; tenia dentro un papel que decia: "A las ocho podemos hablar
un momento. Espera cerca de la puerta de la tapia." Martin volvio a la
posada, comio con un apetito extraordinario y a las ocho en punto estaba
en la puerta de la tapia esperando. Daban las ocho en el reloj de las
iglesias de Estella, cuando Martin oyo dos golpecitos en la puerta,
Martin contesto del mismo modo.
--?Eres tu, Martin?--pregunto Catalina en voz baja.
--Si, soy yo. ?No nos podemos ver?
--Imposible.
--Yo me voy a marchar de Estella. ?Querras venir conmigo?--pregunto
Martin.
--Si; pero icomo salir de aqui!
--?Estas dispuesta a hacer todo lo que yo te diga?
--Si.
--?A seguirme a todas partes?
--A todas partes.
--?De veras?
--Aunque sea a morir. Ahora, vete. iPor Dios! No nos sorprendan.
Martin se habia olvidado de todos sus peligros; marcho a su casa y sin
pensar en espionajes entro en la posada a ver a Bautista y le abrazo con
entusiasmo.
--Pasado manana--dijo Bautista--tenemos el coche.
--?Lo has arreglado todo?
--Si.
Martin sal
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