nque despues salio Flores con mayor
numero de gente, sirvio poco su diligencia, por haber entrado la noche.
El genio docil y el natural agrado del Director Sanz, acompanados de su
generosidad, le hacian muy estimado de todos, menos de Flores, con quien
habia tenido algunos disgustos por el diverso modo de pensar. Sanz, todo
era fuego para castigar la insolencia de los sediciosos, y Flores, todo
circunspeccion y flema en contemplarlos, cuya conducta, mormurada
generalmente, ocasiono pasquines denigrantes a su honor, tildandole de
cobarde, atreviendose a decir, era afecto al partido de la rebelion: y
llego a tanto la osadia del publico, que expreso sus sentimientos con
satiricos versos y groseras significaciones, enviandole a su casa, la
misma noche del ataque del 16, una porcion de gallinas, sin saber quien
habia sido el autor de este intempestivo regalo. Al siguiente dia se
presentaron los vecinos por escrito, manifestando estaban prontos y
dispuestos a ir en busca del enemigo. Todos clamaban se anticipaba su
ultima ruina, gritaban descaradamente, que si no se les conducia al
ataque, saldrian sin el Comandante: y ya obligado de tantas y tan
repetidas eficaces insinuaciones que se aumentaron con el desgraciado
suceso del Director, determino para el 20 del mismo Febrero atacar a los
indios de la Punilla. Serian las 12 de aquel dia, cuando se pusieron en
marcha nuestras tropas, y llegando al campo se presento al Comandante un
espectaculo agradable, que le anunciaba la victoria, y fue reconocer que
un crecido numero de mugeres, mezcladas y confundidas entre la tropa,
deseaba con ansia entrar en funcion: este raro fenomeno, cuanto
lisonjeaba el gusto, arranco lagrimas de aquel gefe, que egercito toda
su habilidad para disuadirlas se apartasen de tan peligroso empeno, con
el cual unicamente habian conseguido ya una gloria inmortal: y aunque se
les mitigo el ardor, nunca se pudo lograr se retirasen, y permanecieron
en el campo de batalla, o bien para que su presencia inspirase aliento a
los soldados, o para que sirviesen de socorro en cualquiera infortunio.
Las dos de la tarde serian cuando se toco a embestir al enemigo, que se
hallaba apostado en las alturas de tres montanas asperas y fragosas,
cuya ventaja hacia peligrosa la subida: pero esta dificultad empeno el
valor de los nuestros, que estaban tan deseosos de venir a las manos, y
acometiendo con heroico denuedo, sufrieron los indios poco tiempo el
asalto, ganando airos
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