ones el cura de la doctrina de Macha,
el Dr. D. Jose Gregorio Merlos, eclesiastico de corrompida y escandalosa
conducta, de genio atrevido y desvergonzado, que fue arrestado por el
Oidor D. Pedro Cernadas en su misma casa, y depositado en la Recoleta
con un par de grillos, y despues en la carcel publica con todas las
precauciones que requerian el delito que se le imputaba, y las continuas
instancias que hacian los rebeldes por su libertad, quienes aseguraban
entrarian a sacarle de su prision a viva fuerza: cuyo hecho se egecuto
tambien sin consentimiento del Comandante militar, aprovechando la
Audiencia, para proceder a su captura, del pretesto de hallarse ausente,
para un reconocimiento en las inmediaciones de la ciudad. El cuidado se
iba aumentando con continuos sobresaltos que ocasionaba la inmediacion
de los sediciosos, y aunque no llegaron nunca a formalizar el cerco, se
empezaba asentir alguna escasez de viveres, que fue tambien causa de
aumentarse las discordias, por la libertad de pareceres para el remedio.
Solicitaron los abogados, unidos con los vecinos, se les diese licencia
para acometer al enemigo, pero luego que entendieron que se disgustaba
el Comandante por esta proposicion, se apartaron de su intento. El
Director de tabacos, D. Francisco de Paula Sanz, sugeto adornado de las
mejores circunstancias y calidades, se hallaba en la ciudad casualmente,
y de resultas de la comision que estaba a su cargo para el
establecimiento de este ramo, movido de su espiritu bizarro, y cansado
de las contemplaciones que se usaban con los rebeldes, quizo atacarlos
con sus dependientes y algunos vecinos que se le agregaron, y saliendo
de la ciudad con este intento, el dia 16 de Febrero de 1781 llego a las
faldas de los cerros de la Punilla, en que estaban alojados los indios,
que descendieron inmediatamente a buscarle para presentar el combate,
persuadidos de que el poco numero que se les oponia, aseguraba de su
parte el vencimiento. Cargaron con tanta violencia y multitud aquel
pequeno trozo, que se componia de solos 40 hombres, que no basto el
valor para la resistencia, y cediendo al mayor numero y a la fuerza,
fue preciso pensar en la retirada, en que hubieran perecido todos por el
desorden son que la egecutaron, a no haber salido a sostenerlos la
compania de granaderos milicianos, no pudiendo evitar perdiese la vida
en la refriega D. Francisco Revilla, y dos granaderos que le acompanaron
en su desgraciada suerte: pues au
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