volvieron con la noticia, de que no habia nadie en aquellas
inmediaciones, y averiguado el caso, se hallo que los que tocaban las
cornetas, eran dos negros de D. Jacinto Rodriguez, D. Nicolas de
Herrera, e Isidoro Quevedo, para que reunidos con esta novedad los
europeos, les fuese mas facil conseguir su desesperado intento.
Asegurados estos, que nada habia que recelar de parte de los indios, se
tranquilizaron algo, y entraron a cenar juntos en casa de Endeiza. Pero
al primer plato que se puso en la mesa, entro D. Jose Cayetano de Casas,
derramando mucha sangre, de una peligrosa estocada, que le habian dado
los criollos, por haber resistido que entrasen por la esquina de la
matriz, que estaba guardando con su compania, y al tiempo que referia su
desgracia y aseguraba era cierta la conjuracion de los criollos contra
ellos, oyeron que despedian desde la plaza millares de piedras hacia la
casa y balcones, y determinados a defenderse hasta el ultimo estremo,
tomaron las armas de fuego que tenian, para dispararlas contra los
amotinados, y resistir su insulto: pero detuvolos el mismo dueno, D.
Jose de Endeiza, sugeto de vida ejemplar, quien conociendo era
inevitable la muerte de todos, les hizo el siguiente razonamiento, lleno
del celo cristiano que le animaba. "Ea, amigos y companeros, no hay
remedio, todos morimos, pues se ha verificado ser la sedicion contra
nosotros: no tenemos mas delito que el ser europeos, y haber juntado
nuestros caudales, para asegurarlos, a vista de los criollos. Cumplase
en todo la voluntad de Dios, no nos falte la confianza de su
misericordia, y en ella esperemos el perdon de nuestras culpas: y pues
vamos a dar cuenta a tan justo tribunal, no hagamos ninguna muerte, ni
llevemos este delito a la presencia de Dios, y asi procuren Uds.
disparar sus escopetas al aire, y sin pensar en herir a ninguno: quiza
conseguiremos con solo el estruendo atemorizarlos, y hacer que huyan."
De esta suerte con lagrimas en los ojos, tiraban de la conformidad
prevenida, lo que comprueba no haber herido a ninguno de los criollos
con mas 200 tiros que dispararon, y aunque despues se quizo asegurar lo
contrario, fue una invencion de los autores del motin.
Enfurecidos los tumultuantes, y llenos de rabiosa colera, unos despedian
hondazos contra los balcones, y otros procuraban incendiar la casa. Las
mugeres se empleaban en acarrear piedras las mas solidas y fuertes que
encontraban en las minas, cuidando no faltase a los homb
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