ces en
el fomento y apoyo de la sedicion, fiados sin duda en la situacion
ventajosa que ocupaban; de manera que, reconocida por el Comandante
General, D. Jose del Valle, estimo, que para reducirlos era menester
emplear muchos dias, y que no lo conseguiria sino a costa de mucha
sangre, no obstante la impericia de los sediciosos; graduando la
espugnacion de aquel puesto, capaz de detener dos meses a un ejercito
aguerrido y numeroso, si le hubiesen ocupado y defendido enemigos de
otra naturaleza. Pero hecho cargo de todo, determino acampar en sus
inmediaciones, y desde luego fue saludado con el fuego de la artilleria
y fusileria, que no causo efecto alguno, por estar apostada demasiado
distante. Al amanecer del siguiente dia, el cura del propio pueblo dio
aviso que los rebeldes lo habian abandonado, con el designio de reunirse
al ejercito de su principal Gefe, Jose Gabriel Tupac-Amaru, que se
hallaba en Tinta, habiendo cortado antes el puente, para retardar por
todos terminos la continuacion de la marcha a nuestras tropas, y tambien
impedir se les persiguiese y picase la retaguardia. Con este aviso entro
el ejercito del Rey en Quiquijana, donde solo habian quedado las mugeres
y hombres, que por su ancianidad o achaques no habian podido seguir a
los demas. Todos se acogieron al asilo del templo, en donde con muchas
lagrimas y senales de arrepentimiento, imploraban el perdon de sus vidas
y el indulto de sus casas y haciendas, para que no fuesen entregadas a
las llamas, como merecian. Todo se les concedio, y solo experimentaron
el rigor del castigo, Luis Poma, Inca, primo del usurpador Jose Gabriel,
y Bernardo Zegarra, su confidente, que pagaron con la vida en una horca
sus atroces delitos.
Dadas las disposiciones mas precisas en el pueblo de Quiquijana para su
seguridad y arreglo, continuo nuestro ejercito las marchas sin
intermision de dias, y al llegar al primer campamento se presentaron los
enemigos ocupando las proximas montanas, en cuya falta habian colocado
un canon, y prevenido en las cumbres muchas piedras grandes y pesadas, a
que dan el nombre de _galgas_, con el fin de arrojarlas y despenarlas
para ofender a los nuestros en un estrechisimo desfiladero inevitable,
contiguo a un rio caudaloso, que se habia de vadear precisamente. Para
evitar el peligro se nombraron 100 fusileros de tropas ligeras con todos
los indios auxiliares de Anta y Chincheros, a quienes se dio la orden
para desalojar a los rebeldes de tres pue
|