o secuestrar todos sus papeles, y con
ellos se confirmo la perversa conducta que habia tenido porque se hallo
una seguida y amigable correspondencia con Jose Gabriel Tupac-Amaru, y
tambien con Diego, que continuaba los injustos designios de su hermano:
y hallando confirmados sus atroces delitos por los documentos
interceptados, se le mando aprisionar con un par de grillos, y se
remitio a la ciudad del Cuzco, para que en vista de todo resolviese el
Visitador General, D. Jose Antonio de Areche, se le formase causa, o le
mandase imponer el castigo que considerase justo. Y para escarmiento de
aquellos infieles vasallos se dispuso tambien que D. Gabriel de Aviles
saliese la misma noche a la cabeza de un destacamento bien reforzado,
con la orden de que al amanecer el siguiente dia, se hallase en la falda
de una montana en que se habian situado para rodearla, y tratarlos con
todo el rigor de las armas, como efectivamente lo egecuto, matando mas
de 100 y quitandoles muchas mulas, caballos y lanzas, sin haber perdido
un hombre de nuestra parte, ni haber sido posible acabar con ellos
porque huyeron precipitadamente por caminos tan asperos y pantanosos,
que era inutil seguirlos para alcanzarlos.
Al dia inmediato continuo la marcha nuestro ejercito, y a poco rato
avisto el famoso monte nombrado _Condocuyo_, donde el ano de 1740 o de
41 hicieron una obstinada defensa los indios de la provincia de
Azangaro, contra su corregidor, D. Alfonso Santa amotinados sobre quejas
de crecidos repartos que les habia hecho a los que, no pudiendo reducir
por la fuerza, se vio precisado a cercarlos y rendirlos por hambre.
Estaba este monte coronado de enemigos con banderas, cajas y clarines,
cuyo rumor acompanaban de repetidas y desentonadas voces, que formaban
un conjunto ruidoso tan grande, que parecia estaba ocupado por 100,000
hombres; repitiendo incesantemente los gritos, todos dirigidos a
injuriar e insultar nuestras tropas. Habia tambien en la llanura
considerable numero de rebeldes, que a toda diligencia retiraban a las
alturas sus tiendas, muebles y ganados. Los batidores acometieron a todo
golpe, contraviniendo a las ordenes con que se hallaban, y lo egecutaron
precipitadamente y con tanta desunion, que los rebeldes cayeron sobre
ellos determinadamente, y no pudiendose defender ni libertar los
prisioneros, ocasionaron tambien la muerte de quince dragones de las
tropas de Lima que los seguian, sin que fuese dable evitar este sensible
y des
|