a, dejando en el campo de batalla mas de 600
cadaveres, sin poderse averiguar el numero de heridos que serian muchos,
porque sufrieron un excesivo fuego de nuestra parte, hecho casi siempre
a distancia de medio tiro de fusil.
Duro la resistencia y lo mas caloroso del combate cerca de dos horas;
tuvimos bastantes muertos y heridos, por la constancia con que los
rebeldes resistieron los esfuerzos de las tropas del Rey: y para dar una
idea del estado en que estaban estos indios, y que dista mucho de la
sencillez y pusilanimidad en que los encontraron nuestros primeros
conquistadores, referire dos casos, que no solo acreditan, sino que
comprueban la barbara obstinacion que los poseia. Un indio, atravezado
con una lanza por el pecho, tuvo la ferocidad de arrancarsela con sus
propias manos, y despues seguir con ella a su enemigo, todo el breve
tiempo que le duro el aliento: y otro, a quien de un bote de lanza le
sacaron un ojo, persiguio con tanto empeno al que le habia herido, que
si otro soldado no acaba con el, hubiera logrado quitar la vida a su
adversario. Las operaciones de las tropas del vireinato de Buenos Aires
nos daran ocasiones de referir otros ejemplares de esta naturaleza, que
comprobaran ha sido milagrosa la pacificacion de estos reinos, y que la
mano poderosa del Dios de los ejercitos quiso conservarlos bajo el suave
dominio de nuestro augusto Monarca, D. Carlos III, el cristiano, el
justo, el magnanimo y el mas clemente de los Soberanos.
Perdieron este dia los rebeldes cuanto tenian en su campamento: se les
quitaron muchas mulas, caballos, ganados de todas especies, muebles,
efectos, y en particular los viveres, que habian acopiado para algunos
meses: huyeron dispersos por todas partes los que escaparon de la
accion, y el ejercito del Rey, al dia se encamino al pueblo de Azangaro,
capital de la provincia de este nombre, que tambien estaba desierto como
los demas, y solo se hallo en el al teniente de cura, que informo al
General se habia visto precisado a consumir las formas consagradas,
temiendo las profanasen los sediciosos, pues habian intentado muchas
veces quitarle la vida y robar las alhajas de la iglesia. Se mando
acampar a media legua, para ocupar el centro de las columnas de Paruro y
Cotabamba, que habian llegado a aquellas inmediaciones dos dias antes, y
a poco rato se supo por un prisionero, que Diego Cristoval Tupac-Amaru y
sus sobrinos se retiraban con las tropas que los seguian, rechazados de
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