rrespondientes exhortos a los corregidores de Azangaro, Carabaya,
Puno, Chucuito, Arequipa y la Paz, para que le socorriesen, con el
intento de hacer todos los esfuerzos que le fuesen posibles, y
desvanecer las ideas del rebelde. Reunidas, pues, la fuerzas en la
capital de Lampa, y nombrado por comandante de todas ellas D. Francisco
Davila, oficial que habia sido de marina, se delibero que D. Antonio de
Orellana marchase con su gente al pueblo de Ayabiri, para reforzar aquel
importante puesto que se reputaba como frontera: pero a las dos jornadas
recibio orden de retroceder, juntamente con 100 hombres mas que conducia
a sus ordenes, como efectivamente lo verifico, restituyendose otra vez a
Lampa. Al propio tiempo se libro la misma providencia al Coronel de
milicias de Azangaro, y al Teniente Coronel de las de Lampa, que le
ocupaban con algunas tropas de sus respectivas provincias: pero estos
representaron, exponiendo algunas consideraciones que acreditaban su
dictamen de mantenerse en el. Sin embargo de lo expuesto por aquellos
oficiales, comprendiendo que era absolutamente necesario reunir las
fuerzas en un punto para obrar de concierto, y con el debido
conocimiento de ellas, se les repitio la orden para que sin perdida de
tiempo practicasen lo que anteriormente se les habia mandado pero cuando
la recibieron estaba ya tan cerca el enemigo, que no pudieron verificar
su retirada sin confusion, cayendo muchos en manos del rebelde, y
juntandosele otros, ya fuese con la vil idea de seguir sus infames
banderan, o por asegurar sus maximas, fiados en las ofertas que habia
publicado.
Este suceso consterno no poco los animos, y se determino juntar un
consejo de guerra, para resolver lo que se habia de egecutar, atendida
la situacion en que se hallaban, y las ventajas conseguidas por el
rebelde en Sangarara y otros parajes, y a que tambien habian caido en
sus manos en Ayabiri, la mayor parle de la polvora y balas que se habian
acopiado para la defensa. El Coronel y Teniente Coronel del regimiento
de las milicias de caballeria de Lampa hicieron tambien presente en
aquella ocasion, que sus milicianos eran igualmente sospechosos, por el
efecto que habia causado en sus corazones el artificioso atractivo de
las promesas del usurpador; y atendidas todas estas circunstancias, se
tomo el partido de retirarse al pueblo de Cavanillas lo que tampoco se
practico, a causa que las referidas milicias no quisieron reunirse, ya
fuese por los mot
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