alistamiento que necesitaba, en que prevenia se
castigase a los parrocos y demas eclesiasticos que se opusiesen a sus
ordenes: y se hallo tambien una carta de un alcalde, que citaba al
justicia mayor de la provincia de Azangaro, puesto por el rebelde, para
que reunidos en la estancia de Chingora, con Andres Ingaricona,
comisionado asimismo para juntar los indios de los pueblos de Achaya,
Nicasio y Calapuja, todos incorporados con el mencionado Nicolas Sanca,
acometiesen al cuerpo de tropas de Orellana, al tiempo de pasar el rio
de Juliaca: novedad que le hizo retroceder inmediatamente en busca del
resto de sus tropas que encontro habian ya pasado el rio; y cuidadoso de
aquella reunion, se propuso estorbarla a toda costa. Con este designio
dirigio su marcha hacia el pueblo de Lampa por Calapuja, obligandole a
seguir esta ruta los clamores de una muger, que le represento las
muchas violencias que sufrian en aquel pueblo, por una partida de 300
indios, gobernados por Ingaricona. Pero, por mas diligencias que
practico, no pudo por entonces descubrir, ni la situacion, ni el
paradero de los indios rebeldes, y resolvio pasar la noche en las
llanuras de Surpo, en cuyo campamento logro se lo declarase una espia,
despues de haberle mandado castigar con algunos azotes, el que confeso
se hallaban situados en la cima de la montana, llamada Catacora. Sin
esperar mas noticia, se puso en movimiento para buscar al enemigo, y a
poco rato descubrio que ocupaba la eminencia, haciendo ostentacion de
sus banderas, que tremolaban incesantemente: demostracion que
acompanaban de una continuada y confusa griteria, pero no tardaron en
desamparar aquel puesto, para subir a otro mas eminente, donde se
hallaba el grueso de sus tropas.
Buscaba en vano Orellana la subida, porque no habia vereda ni lado
alguno que permitiese el acceso a la parte superior de la montana en que
se habian apostado los enemigos, cuya dificultad se aumentaba con la
copiosa lluvia y granizo que experimentaron por algun tiempo. Conocia la
dificultad y se mantenia con alguna circunspeccion, hasta que le fue
preciso condescender con las instancias de sus tropas, que pedian con
eficacia las guiase al ataque. En efecto, dividio su fusileria en dos
trozos, que marcharon en distintas direcciones, amparandose de los
penascos para acercarse a los rebeldes, con menos riesgo de las piedras
que con obstinacion arrojaban con las hondas. Los fusileros y algunos
pocos soldados armados con
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