les
gritaban nuestros soldados, ofreciendoles de nuevo el perdon,
compadecidos de la situacion en que se hallaban. Pero nada fue bastante
a disminuir aquella ferocidad, y fue preciso que algunos de los nuestros
con evidente peligro de sus vidas los buscasen, para sacarlos de las
profundas cuevas en que se habian metido, donde se dejaron hacer
pedazos, antes que entregarse: y hubo rebelde, que ganando el tercio del
fusil al soldado que lo perseguia, forcejeo atrevidamente con intencion
de despenarle, y lo hubiera conseguido por lo escarpado del terreno, si
no lo socorriese prontamente un companero suyo. De este modo siguieron
la defensa, hasta que murieron todos los que tuvieron la temeridad de
emprenderla: cuyo hecho se hara muy dudoso, a cuantos por las distancia
o por el equivocado concepto en que habian tenido hasta ahora a los
indios del Peru, no puedan hacer un cabal juicio del valor con que
despreciaron sus vidas, por sostener tan terrible sedicion.
Se iba ya acercando el ejercito a las inmediaciones de la villa de Puno,
y para tener noticias positivas de su situacion, determino el Comandante
General despachar un propio a D. Joaquin Antonio de Orellana, que
mandaba en ella, y entre otras prevenciones, le decia, iba a toda
diligencia a socorrerle con fuerzas poderosas, y que le adelantase las
noticias del estado en que se hallaba el pueblo de Juliaca. Pero en
seguida de la marcha entro en el, y no hallo la respuesta, que no
recibio hasta por la noche, cuando estaba ya acampado a seis leguas de
distancia; donde llego un oficial de la guarnicion de aquella villa, con
la respuesta de su comandante, en que participaba hallarse sitiado
todavia por 12,000 indios, que seguian las banderas de Tupac-Catari,
quienes los combatian con el mayor teson, y que sus tropas se hallaban
cansadas por los repetidos asaltos que habian sufrido y rechazado. Que
habia temido por instantes perecer con todos sus soldados y vecinos, a
manos de los sitiadores, porque habian hecho empeno de rendirlos por la
fuerza o por el hambre: pero que habian cobrado nuevo aliento, y tenido
el mayor consuelo con la noticia de la proximidad de las tropas del Rey;
manifestandolo desde luego con la demostracion de dar las debidas
gracias al Todo Poderoso, por una felicidad que no esperaban,
anunciandola a los rebeldes con un repique de campanas y repetidas
salvas de la artilleria y luminarias. Pero que estos, lejos de sentir
aquel accidente, impuestos de la n
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