sacaron a empellones, y le dieron muerte. Volvieron en tropel a la
iglesia, y hallaron que los que habian quedado sacaban a D. Jose
Ibarguen, vestido de muger, trage que tomo para confundirse con el sexo,
y estando rezando con las demas, lo acuso un criollo. Acometieronle
furiosos, conocido por los zapatos, y arrancandole de los brazos de su
propia consorte, a quien el dolor obligo a salir en seguimiento de su
marido, y a quien consolaban los homicidas, con decirle: "no llores, que
nosotros no tenemos la culpa, porque esto lo egecutamos por orden de D.
Jacinto Rodriguez." Corrio en busca del indulto, pero cuando volvio,
hallo a su marido desnudo, despedazado. En aquel instante encontraron
debajo de una anda a un negro esclavo de D. Diego Azero, y le dieron la
misma muerte. Siguieron estas y otras crueldades, que se aumentaron con
la venida de 6,000 indios de la parte de Sorasora, quienes unidos a los
demas, buscaban con igual furor y cuidado a los europeos: hallaron en un
desvan a D. Pedro Lagraba, que habia libertado su vida la primera noche
del tumulto, y le condujeron a la plaza, donde acabo de la misma suerte
que los demas. De este modo se vio atropellada por la ambicion y codicia
de cuatro o seis sugetos, la grandeza del Todo-Poderoso, profanados sus
templos, despreciadas sus sagradas imagenes, usurpada la inmunidad de
las iglesias por las casas de los Rodriguez, pues estas eran el mejor
asilo para escapar de la muerte; como lo consiguieron varios europeos,
ya fuese por las alianzas de una antigua amistad, o ya para cohonestar
sus atroces delitos, con algunos hechos piadosos: pero la casa del
Senor, sus altares y tabernaculos se vieron polutos, despreciados y
ultrajados por esta vil canalla.
Llegada la noche, desamparan los indios el convento de la Merced, se
libraron en el D. Jose Caballero, D. Jose Lorzano, y D. Manuel Puch, por
la diligencia de un religioso: pero creyendo el comendador que los
sediciosos incendiarian la iglesia, por esta causa les obligo a salir a
una casa que les tenia destinada, disfrazados en traje ordinario. El
desgraciado D. Jose Caballero con la confusion se separo de los demas, y
se vio precisado a mantenerse entre los tumultuados, hasta la media
noche, que siendo descubierto le llevaron a D. Jacinto Rodriguez, quien
habiendoles dicho no lo conocia, acabo a manos de los traidores, con la
mas cruel muerte que puede idear la impiedad. Tambien fueron victimas
de su furor 14 negros de los eur
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