ida de
alhajas de oro, perlas y diamantes, que en confianza puso en su celda un
religioso, por recelar fuese saqueada la suya por los amotinados, a
causa de haber encontrado en ella a un europeo: de suerte que segun una
prudente regulacion, usurpo mas de 70,000 pesos fuertes. El cura de la
villa, continuando su errada doctrina, recibio de D. Jacinto Rodriguez
una barra de plata, cuyo valor ascendia a cerca de 2,000 pesos, y una
_mancerina_ de oro que le remitio de las robadas, para que celebrase los
sufragios a los europeos asesinados en el tumulto, contentandose con
enterrarlos a todos juntos en un hoyo, y aplicarles algunas misas.
Ninguno de estos ni otros superiores eclesiasticos hizo la menor
demostracion para impedir a los indios violentasen las iglesias: todos
consintieron en ello, poseidos del espanto, y lo que canso mayor dolor,
fue ver que, despues de polutas las iglesias, permitiesen celebrar el
santo y tremendo sacrificio de la misa, enterrando el cura, en el lugar
que se hallaba violado, los cadaveres de los vecinos que morian de
enfermedad.
Satisfecha ya la tirania de los complices, con tantos y tan tragicos
sucesos, procuraban cohonestar sus maldades con algun especifico
pretesto, por si quedaban sometidos a la obediencia del Rey. Suponian
era efectiva la mina, construida por el corregidor desde su casa al
cuartel: formaron autos, cuyos testigos fueron los mismos asesinos y
algunos muchachos, a quienes de propia autoridad dispensaba las edades
el Justicia Mayor, D. Jacinto Rodriguez, haciendoles firmar
declaraciones, que con anticipacion tenia hechas por direccion de los
abogados Caro y Megia. Quizo probar el hecho de la mina con vista de
ojos, persuadido se habia construido secretamente, como lo habia
mandado: pero le salio el pensamiento errado, porgue los encargados de
esta maldad abandonaron la obra con la consideracion del delito, y
habiendo pasado el examen el escribano real, D. Jose de Montesinos,
hallo solamente un agujero, que no se dirigia a parte alguna, pero sin
embargo se siguio el proceso lleno de maldades y defectos, y se tuvo la
audacia de remitirlo a la Audiencia de Charcas, para alucinar a sus
Ministros. Se inventaban tambien diariamente continuas infaustas
noticias, a fin de que los pocos vecinos fieles no levantasen el grito;
unas veces aseguraban que habian arrasado la ciudad de la Plata, otras
que en Potosi los criollos, unidos y confederados con los indios de la
mita, habian muerto
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