a de las milicias de
Salta, aunque muy inferior en la calidad, asi por su poca disciplina y
subordinacion, como por el ningun conocimiento que tenian en el manejo
de las armas de fuego. Con estas cortas fuerzas, y con solos 5,000
cartuchos de fusil y algunas armas de repuesto, siguio Reseguin las
marchas, forzandolas cuanto le permitia la debilidad de las caballerias,
y el crecido numero de cargas de equipaje que habian multiplicado
algunos oficiales, poseidos de miras lucrativas, faltando expresamente a
las rigurosas ordenes del Virey, dirigidas a evitar todo comercio. Estos
y otros embarazos que le ocurrieron, no lo fueron para que el dia 16
llegase a las inmediaciones del pueblo de Moxo, correspondiente ya a la
provincia de Chicas, desde donde se adelanto a encontrarle el cura de
Talina, el Dr. D. Antonio Jose de Iribarren, eclesiastico de
recomendables circunstancias; de acrisolada fidelidad al Soberano,
quien le impuso igualmente de la fermentacion en que estaban aquellas
inmediatas provincias, los riesgos que habia padecido por mantener en la
debida subordinacion a sus feligreses, y el terror panico de que estaban
poseidos los vecinos espanoles, a vista de los estragos que cometian los
rebeldes, habiendo sacrificado a su ira, la noche del 6 al 7 de aquel
mes en la villa de Tupiza, al corregidor D. Francisco Garcia de Prado y
algunos de sus dependientes; y que igual suerte habia tenido D.
Francisco Revilla, corregidor de la de Lipes, hallandose fugitivos de
las suyas, D. Martin de Asco, que lo era de la de Cinti, y D. Martin
Boneo, de la de Porco. Persuadiale tambien a que se colocase y detuviese
en su pueblo, a esperar el segundo destacamento que le seguia, porque el
terreno que habia de transitar en adelante era muy quebrado; los
caminos, a mas de ser asperos, estaban llenos de angosturas, y que era
excesivo el numero de indios que se reunia para embarazar el paso a las
tropas. Que si se perdian, era segura la ruina de la ciudad de la Plata,
villa de Potosi, y demas poblaciones que aun se mantenian con alguna
esperanza de salvarse, y que tambien quedaria cortada enteramente la
comunicacion de ellas con el Tucuman y Buenos Aires, de que podia
seguirse la perdida de todo el reino, pues de este modo les seria facil
interceptar los socorros y demas auxilios que se remitiesen para
contener a los sediciosos en los limites de la debida obediencia.
Vacilaba Reseguin, combatido de la fuerza de estas razones, y del deseo
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