Aguirre, cartas circulares y convocatorias
para toda la jurisdiccion, en que mandaba, bajo de graves penas, se le
uniesen para contribuir a la defensa comun, sacudir el mal gobierno y la
opresion en que los habian puesto los corregidores, las aduanas,
alcabalas y demas ramos de hacienda, nuevamente establecidos. El cura
parroco de la villa, el Dr. D. Jose Davalos, procuro desde los
principios disuadirlos y aquietarlos, empleando las mas humildes
suplicas y eficaces oficios; pero no consiguio mas que el permiso para
dar sepultura a los cadaveres, cuya diligencia practicada con la mayor
piedad, no fue bastante a contener aquellos animos, que perdida la
obediencia y el respeto a la justicia, no tardaron en perderla tambien a
la casa del Senor, pues entrando en ella tumultuariamente una porcion de
indios llenos de furor, desenterraron el cadaver de Prado, y le cortaron
la cabeza, para llevarla a la Audiencia de la Plata, segun declararon
algunos, o a su Inca, segun depusieron otros. Lo cierto es, que el
Gobernador indio, del pueblo de Santiago de Cotagaita, que se habia
mantenido leal en el centro de la rebelion, la recogio y le dio
sepultura en la iglesia de su pueblo con toda la solemnidad debida, y
prendio a los indios que la conducian para que sufriesen el castigo
justamente merecido a tan criminal delito: pero este ejemplo, ni las
repetidas diligencias que practicaron algunos vecinos honrados,
impidieron que de todas partes se presentasen a rendir la obediencia al
usurpador, los caciques, gobernadores, _segundas_ y _curacas_,
asegurandole sostener sus ideas hasta sacrificar sus vidas y haciendas
por la libertad.
Tal era el estado en que se hallaban aquellas provincias, cuando el
comandante D. Jose Reseguin llego a ellas con su corto numero de tropas.
El peso de tan graves cuidados, y la multitud de obstaculos que
encontraba y que por momentos se aumentaban, no fueron bastantes a
detenerle ni a intimidarle, antes bien, conociendo cuan conveniente era
no perder un instante en semejantes ocasiones, se dedico inmediatamente
y con la mayor actividad al remedio de tantos y tan crecidos males,
buscando incesantemente los recursos mas oportunos y eficaces para
evitarlos. Su obrar activo, su espiritu y determinacion fueron sin duda
los diques que contuvieron la velocidad con que corrian los progresos de
la sedicion, y los que sofocaron las voraces llamas que habian comenzado
a arder con demasiada violencia, agitadas por las du
|