que tenia de emprender alguna accion que acreditase su conducta, e
impusiese respeto a los rebeldes. Conocia el inmediato peligro de todo
el Peru, si se malograba aquel corto refuerzo de veteranos, lo arduo de
la empresa que iba a emprender, los obstaculos insuperables que se le
oponian, y el ningun recurso que le quedaba en caso de ser batido. Por
otra parte consideraba, que buscar el abrigo de las trincheras indicaba
temor, que su detencion era peligrosa, porque animaria a los sediciosos,
les daria tiempo para adquirir mayores fuerzas, y concebir fundadas
esperanzas de arraigarse en el dominio que tenian usurpado. Ignoraba la
suerte de la Plata y Potosi, y el exito que habia tenido el ataque de la
Punilla, que meditaba el Gobernador de armas, D. Ignacio Flores. Por
instantes llegaban de todas partes espanoles fugitivos, que ponderaban
los extragos, las muertes y los robos que cometian los indios: nadie se
consideraba seguro, y todos creian perecer irremediablemente a manos de
la tirania. Nada fue bastante para hacer decaer su animo. Oia con
serenidad las tragicas relaciones de los que se le unian: hacia concebir
a los timidos nuevos pensamientos y esperanzas, ponderandoles cuanto
valia aquel corto numero de hombres, por su disciplina y por sus armas,
y reflexionando importaba poco se sacrificase el y todos los suyos,
cuando se trataba de evitar la perdida de todo el reino, y tal vez
podria cortar los progresos de la rebelion que estaba en sus principios
en aquellas provincias, con algunos movimientos y maniobras del arte
militar que supliesen el numero y debilidad de sus fuerzas, echo la
suerte, y resolvio vencer o morir, y dirigirse a evitar el riesgo
inmediato y cierto, abandonando a la fortuna el que estaba mas
distante y dudoso.
Resuelto a poner en practica esta determinacion, desprecio las
instancias de cuantos le persuadian lo contrario, y superadas en su
interior todas las dificultades que le representaban, oculto las ideas
que tenia determinadas, y trato solo de dar algunas horas de descanso a
sus tropas, con el fin de conferir con el cura Iribarren el modo y
medios que podrian emplearse para sorprender a Tupiza, residencia de
Luis Laso de la Vega, cabeza principal del motin de aquella villa, y de
todas las provincias inmediatas. Despues de reflexionado todo, con la
madurez y resolucion que pedian las criticas circunstancias en que se
hallaba, facilitole aquel parroco 200 mulas que le pidio, e hizo apostar
en
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