xperimentaban en su provincia. Se encamino este
comandante por las quebradas de Arque en busca de los enemigos, que le
esperaron en las inmediaciones del pueblo de Colcha, fiados en su mayor
numero, y en las ventajosas situaciones que ocupaban. Presentoles la
batalla, que admitieron audaces, haciendoles una larga y obstinada
resistencia, hasta que derrotados y puestos en una vergonzosa
desordenada fuga, dejaron sembrados de cadaveres y despojos, a
disposicion del vencedor, los eminentes cerros que tenian por
inespugnables. Subido despues de la victoria el tragico suceso de Oruro,
dirigio sus marchas hasta aquella villa, donde entro, despreciando la
repugnancia que manifestaron los Rodriguez y sus parciales, haciendo
fijar en su puesto el escudo de armas del Soberano, que pocos dias antes
habia sido hollado, y tremolar las reales banderas por las calles y
plazas mas principales: y despues de haber permanecido tres dias en
aquel destino, dejo algunos viveres para alivio del vecindario, y se
retiro a Cochabamba; pero en Oruro se tuvo el atrevimiento de quitar
segunda vez las armas de S.M., luego que verifico su salida. A evitar
las crueldades de Tapacari se destino otro cuerpo de tropas de igual
fuerza, que despues de haber combatido a los rebeldes, salvo
oportunamente a las mugeres espanolas, que tenian ya recogidas y
encerradas para hacer con ellas el cruel atentado de enterrarlas vivas.
Por la parte de Tarata se tuvieron los mismos fundados recelos, que no
llegaron a verificarse por la actividad de su cura D. Mariano Moscoso,
cuyo celo y conocida fidelidad supieron aplicar eficaces remedios,
sacrificando mucha parte de sus intereses para costear bastantes
soldados de aquellas milicias, que sirviesen a contener la osadia de los
malcontentos. Con estos estragos no quedaban por el Rey, desde el
Tucuman hasta el Cuzco, mas que las ciudades de la Plata y la Paz, que
las villas de Potosi, Cochabamba y Puno; porque en la provincia de
Chucuito habian sido semejantes los robos y muertes de los espanoles y
sacerdotes, habiendo sentido tambien en la de Mizque algunas turbaciones
que dieron no poco cuidado.
Los continuos y repetidos avisos que sucesivamente recibia de estos
graves acontecimientos el Exmo. Senor D. Juan Jose de Vertiz, Virey de
Buenos Aires, le determinaron a desprenderse de algunas tropas, sin
embargo de las pocas fuerzas con que se hallaba para atender a las
necesidades y recelos que ocasionaba en todas aquellas
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