s sollozos de los
hijos, sin que bastase tan compasivo espectaculo a enternecer los
corazones empedernidos de aquellos tiranos, que se resolvieron degollar
al padre, y a los hijos a vista de la madre, por mas diligencias y
lagrimas que empleo para libertarlos, y habiendo abortado con el dolor y
susto, acudieron rabiosos a examinar el feto, y hallando que era varon,
le quitaron la vida, antes que espirase naturalmente.
En el de Palca, de la misma provincia de Cochabamba, cometieron las
mismas tiranias y sacrilegios, dando muerte a muchas personas de todos
sexos y edades, y al cura D. Gabriel Arnau, que acabo a golpes y
empellones al pie de la sagradas aras, teniendo en las manos el
Santisimo Sacramento del Altar, que quedo espuesto a la mas sacrilega
profanacion: y tomando una india la hostia consagrada, corria con ella
en las manos, diciendo: "mirad el engano, que padecemos por estos
picaros; esta torta la hizo el sacristan con la harina que yo conduje
del valle, y despues nos fingen que en ella esta Dios sacramentado." Asi
tambien en el pueblo de Arque fueron victima de la sedicion todos los
vecinos espanoles, establecidos en el y su quebrada. En ella asaltaron
al pueblo de Colcha, y egercitaron iguales crueldades, prendiendo a su
cura, el Dr. D. Martin Martinez de Tineo, que maneatado le condujeron en
medio del tumulto, donde fue herido de un garrotazo en la cabeza, porque
no quiso asentir a sus proposiciones, de que no les daria azotes, para
que aprendiesen la doctrina. Este eclesiastico se mantuvo con la mayor
entereza, a vista del peligro que le amenazaba: preguntandole si los
azotaria, les respondia, que si, cuando diesen motivo, por no quererse
instruir en las obligaciones cristianas. Reproducianle los indios, que
solo les daria 20 o 25 azotes: a que replicaba, que si cometian aquella
falta, los castigaria con los 50, como lo habia acostumbrado hasta
entonces, manteniendose inflexible a estas y otras proposiciones que le
hacian, opuestas a su ministerio. Pero como su celo y arreglada
couducta, con las muchas limosnas que hacia, y los infinitos intereses
de obvenciones que continuamente los perdonaba, le hubiesen hecho muy
amado de todos, salvo la vida; y libre ya de sus opresores, paso sin
perdida de tiempo a la capital de la provincia, dondo entro banado en su
propia sangre, y presentandose en la plaza mayor, sin haber hecho otra
diligencia, que ponerse en la herida una medida de Nuestra Senora de
Copacabana, r
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