edian con lagrimas dejasen aquel
recinto. A esto anadian los soldados, incitados por Pagador, se
persuadiesen era cierta la conjuracion: los unos afirmaban que el
corregidor tenia prevenida una mina para volarlos repentinamente, otros
gritaban que no habia que dudar, porque tenia arrimadas escaleras para
asaltarlos de improviso por el corral de su casa. Todo era confusion,
desorden y alboroto, sin el menor fundamento; porque la malicia de los
seductores inventaba estas y otras especias sediciosas para conmover los
animos. De esta conformidad pasaron aquella noche en continuo
sobresalto, y luego que aclaro el dia 10, desampararon el cuartel: unos
se dirigieron a sus casas, y otros reunidos por Pagador, se presentaron
a D. Jacinto Rodriguez, protestando que como a su Teniente Coronel
debian comunicarle lo que se premeditaba contra ellos; que estaban
prontos a obedecerle ciegamente, con lo que daban unas pruebas nada
equivocas de la subordinacion que le tenian: quien, al oir las quejas,
les dijo que no volviesen al cuartel, y quedandose con algunos de mayor
confianza, les previno sigilosamente se amotinasen aquella noche, y les
advirtio el modo con que lo habian de practicar.
Habia marchado dias antes al pueblo de Challapata Fray Bernardino
Gallegos, del Orden de San Francisco, con el pretesto de libertar
algunos soldados que llevo D. Manuel de la Bodega, los que se hallaban
escondidos en casa del cura; pero su verdadero designio fue el de
convocar a los indios para aquel dia. En el mismo distribuyo D. Jacinto
a sus negros, y algunos de sus criados por las estancias y pueblos
inmediatos, para con la ayuda de estos, doblar sus fuerzas y lograr su
intento; monto a caballo, se dirigio al Cerro de las Minas, donde junto
a todos los indios, mulatos y mestizos, que trabajaban en ellas, y les
dio la orden de que precisamente bajasen por el Cerro de Conchopata a la
villa, luego que anocheciese. Todo se egecuto como estaba prevenido,
empezando la bulla de los peones mineros en aquel lugar, a la hora
senalada. Para asegurar mejor la accion premeditada, andaba por las
calles y plazas un oficial de la compania de Menacho, llamado D. Jose
Asurdui, publicando era cierta la traicion del corregidor y europeos,
con tanto descaro, que, obligo a uno de ellos a reconvenirle,
diciendoles: "Solamente un hombre de poco entendimiento podria proferir
este disparate: Vd. se persuade que el corregidor, acompanado unicamente
de 30 a 40 europeos, se
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